El Santo Rosario – Una oración serena

Una oración serena

La oración del Rosario tiene como una de sus características el ritmo sereno y pausado. Con la práctica, se va desarrollando una cadencia interior que favorece la meditación y resulta sumamente beneficiosa, especialmente en este tiempo en que no pocas veces nos vemos inmersos en diversas actividades. ¿Cómo no encontrar en esta práctica espiritual un precioso remanso espiritual?

Todos nos damos cuenta de que el Rosario es una oración repetitiva en su forma. Para algunos esto puede ser un obstáculo que los aleja de rezarlo. No pocas veces se escucha decir “es muy aburrido… es una oración monótona… no puedo evitar distraerme”. Sin embargo, esa forma externamente repetitiva esconde un gran beneficio. En la oración vocal hay una gran riqueza espiritual que favorece la meditación. El Beato Juan Pablo II señalaba una interesante relación del Rosario con la llamada “oración a Jesús” u “oración del corazón” que se practica en el oriente cristiano. Ésta consiste en la repetición continua de una frase dirigida al Señor buscando estar en comunión con Él, como por ejemplo: “Señor Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador”. El Papa destacaba cómo el ritmo típico de estas plegarias resulta muy adecuado para la interiorización y el recogimiento. En tal sentido, lejos del aburrimiento, se convierte en un camino muy sencillo y práctico de profundización en el conocimiento del Señor Jesús. En el caso del Rosario con mayor razón, pues «nadie mejor que Ella (María) conoce a Cristo, nadie como su Madre puede introducirnos en un conocimiento profundo de su misterio».

Es verdad que muchas veces en el desgranar las cuentas del Rosario podemos distraernos. Junto con la necesaria lucha para mantener la concentración debe darse cabida también al ejercicio del silencio de mente que nos ayudará a mantener la mente y el corazón centrados en el Señor y nuestra Madre. Esto requiere paciencia y comprensión con nosotros mismos. Distraerse o perder la concentración no invalida nuestra oración. Retomemos el ritmo y reafirmemos el propósito de ofrecer esta práctica espiritual como un acto concreto de amor a María. Además debemos recordar ―como lo decía el Beato Juan Pablo II― que nuestro corazón puede incluir en estas decenas del Rosario todos los hechos que entraman nuestra vida, la de nuestra familia, nuestra nación, la Iglesia o la humanidad. Experiencias personales o del prójimo, sobre todo de las personas más cercanas o que llevamos más en el corazón. De este modo la sencilla plegaria del Rosario sintoniza con el ritmo de la vida humana.

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