¡Recibamos al Mesías que viene a salvarnos!

Queridos hermanos y hermanas:

Iniciamos hoy la “Semana Mayor”, llamada así porque celebra los acontecimientos de aquellos últimos días de la vida púbica de Cristo en la tierra, desde su ingreso a Jerusalén hasta el cumplimiento de su Misterio Pascual de pasión, muerte y resurrección: ¡demos toda su importancia y vivamos estos días con devoción, en oración, en alabanza y en práctica de la misericordia!.

Hoy en el texto de la procesión de Ramos, las gentes encuentran a un “mesías humilde” que entra a la capital del reino, montado en un burrito, al que todos aclaman con una expresión de súplica: “Hossana” que se traduce como “sálvanos Señor”, toda una llamada a recibirle también nosotros con corazón humilde y a seguirle en su pasión, no como espectadores lejanos, sino como verdaderos discípulos.

Es por ello que la lectura de la Pasión según San Mateo nos presenta al “siervo de Dios” como lo llama Isaías en la primera lectura. Cristo, es el modelo de “obediencia al Padre”, el ejemplo de lo que es ser buen hijo que cumple la voluntad de su padre movido por amor, hacia él y hacia los hermanos.

En esta lectura encontramos detalles importantes:

  1. Se cumple lo que la “escritura había predicho”, es decir, la Fe cristiana que en el Evangelio se nos trasmite, no ve en la pasión de Cristo un accidente, un simple hecho de violencia, algo de lo que “él no pudo escapar”. Al contrario, como el mismo San Pablo lo indica “él se anonadó a sí mismo y aunque era Dios se hizo un siervo obediente hasta la muerte en la cruz”;
  2. Los personajes que actúan a su alrededor son “modelos de cómo se acepta o rechaza el reino de Dios”; desde los discípulos que “se adormentan en el huerto”, y le dejan solo en el Huerto, pasando por los judíos que se confabulan para cometer el juicio injusto en las acusaciones y en la condena, hasta Pilato, modelo de la cobardía, de la justicia corrupta, de la debilidad para defender al inocente; ¡reflexionemos en que todos ellos podemos ser nosotros mismos en nuestra fidelidad o cobardía, en nuestra sinceridad o falsedad para seguir al Señor!;
  3. Los demás personajes que son menos aparentes, como María y otras mujeres al pie de la cruz, también nos invitan a una fidelidad irrenunciable, a un “estar junto a la cruz que tantos de nuestros hermanos llevan en nuestra tierra de Escuintla”; la soledad del anciano, la angustia de los más pobres, el temor y llanto de las víctimas de la violencia;
  4. Pero este Cristo a quien las sombras del mal parecen destruir en la cruz, en realidad “vence en la cruz”. es el amor que se entrega y por ello no puede morir. Un detalle importante en este relato de la pasión: el Señor nos deja su presencia viva en la Eucaristía, su cuerpo y su sangre, su persona toda, son su regalo de “estar con nosotros todos los días hasta el fin del mundo”.

Recibiendo a Cristo con María en humildad acompañemos su sufrimiento presente en los más pobres, en todo hombre, mujer, joven o niño que en tantas formas en nuestra tierra “llevan un cruz” que estamos llamados a aliviar con nuestra cercanía y amor.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma

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