Adviento Tiempo de Espera

Tercer Domingo de Adviento

Tercer Domingo de Adviento (ciclo B)

Reunida la familia o grupo de personas, se encienden las candelas del primero domingo, la del segundo y la del tercer domingo.

Hermanos:

A medida que avanza el Adviento y crece nuestra expectativa por un encuentro más intenso con Jesús, la Palabra de Dios, se hace más vital y concreta. El Cristo de la Fe es un Cristo viviente en cada uno de nosotros y en la comunidad. Un Cristo dinámico, activo impulsado por la fuerza del espíritu, que siembra la semilla de un trigo que debe rendir el ciento por uno.

Invocación

Padre de Familia: – Nuestro auxilio es el nombre del Señor.

Todos: – Que hizo el cielo la tierra (nos persignamos).

Oremos

Señor vuelve tu rostro hacia nosotros y ven a salvarnos, para que al celebrar el nacimiento de Jesucristo, nos sintamos atraídos por la vida nueva que Él nos ofrece, y dejemos las viejas costumbres del pecado, en que hemos vivido. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.

Hermanos:

Preguntémonos si nuestra fe está inserta en la realidad que nos toca vivir y si da frutos de justicia y de amor.

– Porque a veces somos reacios a dejarnos llevar por la fuerza del espíritu.Señor ten piedad.

– Por el desconocimiento que tenemos los cristianos, de Cristo y su Evangelio. Señor ten piedad.

– Porque pretendemos interpretar la Palabra de Dios, a nuestra conveniencia. Señor ten piedad.

– Por la responsabilidad que tenemos en la mentira, la injusticia y las divisiones de nuestra sociedad. Señor ten piedad.

Oremos: Señor, purifícanos con la fuerza de tu Palabra para que seamos dóciles a lo que Tú quieres de nosotros. Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y Reina por los siglos de los siglos. Amén.

Tercer Domingo de Adviento

Lectura del Santo Evangelio, según San Juan 1, 6-8, 19-28.

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan, éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para ue por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz.

Los judíos enviaron desde Jerusalén, sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran: -¿Tú quién eres?. Él confesó sin reservas: – Yo no soy el Mesías. Le preguntaron: – Entonces ¿que? ¿eres tu Elías?. El dijo: – No lo soy.

– ¿Eres tú el Profeta? respondió: – No. Y le dijeron: ¿quién eres?, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?. Él contestó: – Yo soy “la voz que grita en el desierto: Allanad el camino del Señor”  (como dijo el profeta Isaías). Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: – Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?. Juan les respondió: – Y bautizo con agua: pero en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

– Palabra del Señor.

– Gloria a ti Señor Jesús.

Meditación.

Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que existe desde el principio. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, era la Palabra Eterna.

Y precisamente, porque resulta difícil distinguir la Palabra de la voz, tomaron a Juan por el Mesías. La voz fue confundida con la Palabra: pero la voz se reconoció a sí misma, para no ofender a la Palabra.

“No soy -dijo- El Mesías, ni Elías, ni el Profeta”.

“Yo soy la voz que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor”.

¿Que quiere decir “Preparad el camino”, sino: pensad con humildad?

Cristo, Tú que has venido al mundo, ten piedad de nosotros.

Oración comunitaria.

Hermanos, roguemos a Dios, para que esta Comunidad cristiana aquí reunida, sepa asumir todas sus responsabilidades en este momento histórico que nos corresponde vivir.

– Para que, como Iglesia, prediquemos más con hechos que con palabras.Ven, Señor Jesús.

– Para que, seamos sinceros en nuestros cuestionamientos. Ven, Señor Jesús.

– Para que, cada uno sepa descubrir la parte de responsabilidad que nos toca en la construcción de un mundo mejor. Ven, Señor Jesús.

– Para que nuestro corazón permanezca abierto a la voz del Espíritu. Ven, Señor Jesús.

– Para que vivamos nuestro cristianismo con alegría y dinamismo. Ven, Señor Jesús.

Oremos ahora por la confianza de sentirnos Hijos de Dios:

Padre Nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre. Venga a nosotros tu reino. Hágase tu voluntad. Así en la tierra, como en el cielo. Danos hoy, nuestro pan de cada día. Perdona nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden, no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal.

Dios te Salve María, llena eres de gracia, el Señor está contigo, bendita tu eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo.

Amén.

Oraciones para los demás Domingos de Adviento.

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