Queridos Hermanos:
Una de las verdades más grandes y hermosas de la Fe cristiana que continuamente repite el Papa Francisco es el “deseo de Dios que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2, 4).
Durante la Cuaresma, mientras caminamos las vías de la conversión, no lo hacemos solo a nivel personal ¡pedimos por la transformación salvífica de toda persona en nuestra familia, en la sociedad, en nuestra nación!.
Este quinto domingo insiste en esa verdad, el Señor mediante el profeta Jeremías anuncia un cambio que será para toda la Humanidad, en ese momento de salvación lo que era luto y dolor se transformará en perdón, misericordia, y oportunidad de vida.
El profeta usa un lenguaje muy hermoso: dice que el Señor quiere hacer una “nueva alianza”, un nuevo pacto de vida donde su Ley y sus caminos estén escritos dentro de cada uno. Como bien sabemos, en la Última Cena de Cristo él habla del “cáliz de la nueva alianza” sellada con su sangre, ¡vivamos desde ahora la alegría pascual que es para todos, pues él dice que será un sangre derramada en favor de los presentes (los discípulos en la Cena) pero también “en favor de muchos”.
Lo importante que es que esa “alianza pase y toque nuestro corazón” ese símbolo bíblico como bien lo sabemos de los afectos, de las decisiones, de las grandes opciones, ¡que la Cuaresma nos lleve en Pascua a un corazón nuevo, recreado en la santidad y en la justicia, sin lugar para opciones a favor del mal, de la corrupción, de la injusticia!.
San Pablo nos da ya el retrato de Aquel que hará posible esa “alianza de salvación para todos”, es Cristo, obediente al Padre. El Apóstol usa una frase que nos asombra: dice que Cristo, aun siendo Hijo “aprendió a obedecer”.
Significa que Cristo “llevó a su perfección” la alianza con Dios, nosotros estamos en alianza, en buena relación con Dios no a través de cosas que le ofrecemos de ferias de biblias o de cantos y cosas extraordinarias, sino más bien es “la obediencia lo que el Señor prefiere a los sacrificios” (2 Sam 14, 3ss).
En el Evangelio se revela la verdad de que “Dios ofrece a todos la salvación”. En Jerusalén, unos griegos que se sentían atraídos o conocían algo de la Fe, que estaban allí por la Pascua que se acercaba “desean ver a Jesús” sin saber que en su deseo está el de toda la Humanidad de “acercarse al Dios verdadero” aún cuando muchos nieguen ese deseo.
A la petición de aquellos hombres hecha a Felipe, responde Cristo indicando que “va llegando ya la hora de su glorificación” es decir, de mostrarse a todos como camino de salvación en la cruz. El mismo Dios Padre lo avala cuando dice que en efecto, “ya llega el momento de esa glorificación”.
Caminemos aún con paso más decidido esta quinta semana de Cuaresma: mientras el ambiente comercial habla del verano, de la playa, de la fiesta, en esta Escuintla lamentablemente acosada por el vicio y el comercio del mismo sin cuidado de las autoridades, los cristianos llevemos a todos el divino ofrecimiento de vida nueva, sin distinciones de ningún tipo, amando con el amor universal propio de la Fe Católica.
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