Queridos hermanos:
Hoy entramos a lo que se llama el “tiempo ordinario” caracterizado por el color verde en la Liturgia, y que consiste en el camino cristiano de “cada día, como oportunidad para vivir la santidad de los hijos de Dios”.
En las cosas de todos los días, en el trabajo, estudio, vida familiar, actividades laborales, deportivas, culturales, etc. estamos invitados a vivir como verdaderos hijos de Dios, como hemos sido hechos por nuestro Bautismo: ¡contemplemos y sigamos el modelo, el ejemplo que se nos ha dado en Cristo Jesús!.
Ya el mismo Señor lo “muestra” en la primera lectura del profeta Isaías: el Mesías –si bien el mismo Isaías no lo conoce, nosotros si- tiene un estilo de vida agradable a Dios: “No grita, no clama, no hace oír su voz por las calles, no rompe la caña resquebrajada ni apaga la mecha que aún humea” es decir, anima, levanta, actúa con misericordia, tal y como lo hará el mismo Jesús en toda su vida: ¡sigamos el ejemplo de bondad, de cercanìa, de misericordia, dejando los rostros de un Dios violento y vengativo que predican las sectas fundamentalistas!.
Esta “vocación a la santidad” a vivir según el modelo de Cristo, es para toda persona: “Dios no hace acepción de personas”, dice el Libro de Hechos de los Apóstoles, ¡recordemos y vivamos la importancia del Bautismo de los niños!, tal y como está testificado en el caso del bautismo de Cornelio y toda su casa!; un tema importante ante el error del protestantismo que “niega el valor del bautismo infantil” o peor aún, de todos los que “ya no bautizan a sus hijos pues no conocen el sentido de este gran regalo de la Iglesia a sus hijos”.
Hoy pues, recordamos nuestro propio bautismo, aquel que nos ha unido a Jesús, nuestro redentor, nuestro salvador pero también nuestro hermano mayor, es decir, como bien lo dice la voz del Padre en el Jordán: “Tú eres mi hijo, el predilecto, en ti me complazco”.
Dios Padre como lo hizo por Isaías en la primera lectura “nos muestra un modelo” de amor, de obediencia, de misericordia, de unión constante con Él mediante la oración y cumplimiento de su voluntad.
Iniciemos pues el “tiempo ordinario de la santidad de todos los días, de la santidad para todos, también para ti” como dice Papa Francisco, no solo “creyendo en Cristo” sino “imitándolo en su amor al Padre y a los hermanos” y en el buscar su voluntad por sobre nuestro egoìsmo, rebeldías y olvido de los caminos del Señor.
Encomendemos a los niños nacidos y criados en el error del Evangelismo que los priva del regalo del bautismo: puedan algún día desear este don de Dios y vivir desde su infancia el “encuentro con Cristo Camino, Verdad y Vida” (cf. Jn 14, 5-6).
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