Queridos hermanos:
La Palabra de Dios que nos orienta a la Eucaristía, nos regala hoy el “ejemplo” de dos hombres a los que se ofrece “la acción de Dios en sus vidas”, el paso de Dios que puede ir más allá las limitaciones y hacer posible un futuro mejor.
El primer ejemplo, sin embargo, es el de una “actitud de desconfianza en Dios”: es el rey Ajaz, aparentemente creyente en Dios, pero entregado en el fondo a la “fe en las solas fuerzas humanas”.
El rey preparaba la defensa armada de Jerusalén, pero lo hacía olvidando acudir a Dios con la confianza que debía ser ejemplar para su pueblo.
A, Ajaz se le da el signo de una “virgen que concibe, algo extraordinario: ¡Dios nos rodea de signos de su presencia! Sin detener nuestra acción responsable frente al mal, no vivamos “como si Dios no existiera” a la hora de tomar decisiones y actuarlas.
Es por ello que a la pregunta del Salmo 23 “¿Quién puede subir al monte del Señor?” Es decir, quién agrada a Dios por su fe en sus acciones, se responde: “el que une el culto a una vida honesta”, quien camina en las vías del Señor.
Y así, el segundo ejemplo, es el de San José al que solemos llamar “el justo San José” recordando que “justicia es sinónimo de santidad”, de cumplir la voluntad de Dios.
San José –cuyo nombre significa “Dios reúne”- encuentra una petición difícil humanamente: aceptar que el futuro Hijo de María es “obra del Espíritu Santo”: ¡dichoso aquel hombre sencillo, del cual no tenemos una sola palabra en la Biblia, pero que brilla por su fe y obediencia al Señor!.
En Adviento especialmente en la Familia es el lugar donde se ejerce la Fe en situaciones difíciles, donde se ejerce también la responsabilidad en el cuidado de aquellos, los hijos, que Dios confía a los padres y madres.
En Adviento vemos hacia fuera, como “Iglesia misionera y en salida” sin descuidar que el primer lugar para una verdadera “navidad cristiana” son todos y cada uno de los miembros de nuestra casa.
“Señor San José, pide para nosotros el aumento de fe, esperanza y caridad” para seguir como tú, en humildad, silencio y valor, la voluntad del Padre que nos enviará pronto al Salvador el mundo.
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