Luz y sal del mundo

Queridos hermanos y hermanas:

La Palabra de Dios en este domingo nos proporciona otra hermosa enseñanza del Señor Jesús, Maestro de la Comunidad y presente en ella especialmente el domingo: ¡nos reunimos en torno al Señor Jesús y Él nos instruye con su Palabra, alimenta con su Cuerpo y Sangre: no nos perdamos ningún domingo del Año Cristiano!.

Y es la enseñanza sobre nuestra propia identidad: “ser luz, y no oscuridad” en un mundo que necesita de esa Luz del Señor para no hundirse en la oscuridad del pecado y su consecuencia la muerte.

Ya el profeta habla de una “luz que se enciende cuando vivimos en relaciones de misericordia, de justicia y de paz para con nuestros hermanos”. ¡Que diferente y qué auténtica es la luz que viene del Señor!: la Iglesia no es un grupo de iluminados porque “saben más de la Biblia, o porque se sienten bendecidos” por sobre los demás.

En continuación del domingo anterior y su maravillosa enseñanza sobre la felicidad y la bienaventuranza auténticas, el Señor Jesús desde el mismo “monte” y en continuación con el tema de la luz, define a la Iglesia a la comunidad de sus discípulos como “luz” pero también “sal de la tierra”:

  1. Son dos cosas que siempre “causan efecto”: la luz hace retroceder las sombras, anula el temor y enciende la esperanza”. La luz fue lo primero que el Señor creó al inicio de todo para luego hacer posible la creación (Génesis 1, 3): ¡nosotros en el bautismo recibimos la vocación a ser luz, es decir, signo de la vida, de la justicia en un mundo donde precisamente los hombres rechazaron la luz y quisieron apagarla porque sus obras eran malas (cf.  Jn 3, 5ss). ¡Que importante es darnos cuenta de que la vocación a ser luz es un llamado a ser, como el mismo Señor, “signo de contradicción y objeto de rechazo” pero al igual que Él “las tinieblas no lograrán vencer la luz” (Jn 1, 4);
  2. La sal por su parte, es aquel elemento que “da un sabor”  lo que toca, transforma el ambiente, evita la corrupción. En el mundo antiguo, sin embargo sí había una sal que perdía su fuerza: era la sal sencilla que se sacaba de las minas del Mar Muerto. Jesús advierte sobre ese peligro o que la luz se apague, disminuya su brillo y pase desapercibida, o que los cristianos “tomen el sabor de mundo”, se hagan parte de la corrupción el ambiente. Como decía un autor: “los cristianos como una persona de mucha edad, en ocasiones parecen haber perdido la dentadura” y su presencia en el mundo ya no “afecta a nadie”. Es una dura afirmación, sin duda inexacta pero es un punto para reflexión: ¿nuestra vida de familia, nuestra presencia en la sociedad… invitan a una “vida diferente”?.

Pidamos al Señor que este año tan importante en la vida de la Diócesis de Escuintla, como “año de reflexión para un nuevo camino de evangelización” el Señor renueve y fortalezca nuestra presencia en la sociedad, en la familia, en los pensamientos, palabras y acciones de todos los días. Encomendemos pues el año REMA MAR ADENTRO como un tiempo de renacer eclesial, de impulso misionero para que como misioneros de la Misericordia en humildad pero con certeza podamos ser “sal y luz” de nuestros ambientes.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma

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