Aquí estoy a tus pies, oh Virgen piadosa
a pedirte una gracia de suma importancia
en la elección de mi vocación.
Otra cosa no quiero
sino cumplir perfectamente
la voluntad de tu divino Hijo,
durante toda mi vida.
Deseo ardientemente
elegir la vocación
que me deje mas satisfecho
en el momento de mi muerte.
Oh, Madre del Buen Consejo,
haz que suene en mis oídos
una voz que aleje de toda duda
a mi mente.
Tú, que eres la Madre de mi Salvador,
también eres la Madre de mi salvación.
Porque si tú, oh María,
me comunicas como un rayo de sol divino,
la luz que me aclarará todo.
Si tu no me instruyes,
Oh Madre de la Sabiduría encarnada,
¿quién me puede enseñar?
Oye, pues, oh Virgen María,
mis humildes súplicas.
Perplejo y vacilante, me dirijo a ti,
guíame en el camino correcto
que conduce a la vida eterna,
pues tu eres la Madre del Amor Hermoso,
del temor, del conocimiento y de la santa esperanza,
cuyas flores producen frutos de la honestidad y honor.
Amén.
