XXVII domingo del tiempo ordinario

Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla

Queridos hermanos e hermanas en el Señor:

Los domingos anteriores hemos venido meditando el tema de la viña del Señor, la cual se nos presenta como imagen de la Alianza de Dios con su pueblo. El Evangelio retoma el famoso «cántico de la viña», del Profeta Isaías, el cual hemos escuchado en la primera lectura.

Sin embargo Jesús no pone el énfasis en la viña, sino en los viñadores malvados que no quieren dar los frutos de su trabajo y que, para ajuste de cuentas, maltratan a los enviados del señor de la viña. En su actitud podemos darnos cuenta que el origen de la violencia, entendida como agresión o asesinato, es el pecado que hay en el interior del hombre. Nuestra Escuintla, nuestra Guatemala, sumergida en esa terrible espiral de violencia, tiene que liberarse de las terribles ambiciones humanas que generan el pecado y como fruto del mismo, la violencia.

Al final, el propietario de la viña hace un último intento:manda a su propio hijo, convencido de que al menos a él lo escucharán. En cambio, sucede lo contrario: los viñadores lo asesinan precisamente porque es el hijo, es decir, el heredero, convencidos de quedarse fácilmente con la viña. Por tanto, se trata de un salto de calidad con respecto a la acusación de violencia de la justicia social, como aparece en le cántico de Isaías. Aquí vemos claramente cómo el desprecio de la orden impartida por el propietario se transforma en desprecio de él y por tanto, desprecio a la vida: El proceder violentamente no es la simple desobediencia de un precepto divino, es un rechazo de Dios: aparece el misterio de la cruz.

Lo que denuncia esta página evangélica interpela nuestro modo de pensar y de actuar. No sólo de la «hora» de Cristo, del misterio de la cruz en aquel tiempo, sino dela presencia de la cruz en todos los tiempos. De modo especial, interpela a los pueblos que han recibido el anuncio del Evangelio. Si contemplamos la historia, nos vemos obligados a constatar a menudo la frialdad y la rebelión de cristianos incoherentes, que a pesar de haber recibido el anuncio de la salvación viven como verdaderos paganos. Sin embargo, Dios sigue enviando sus mensajeros para exhortarnos a un cambio de vida, a dar frutos, a volver a nuestras vidas a Él.

Agradeciendo a Dios el don de su Palabra, no olvidemos que Dios nos invita siempre a ser trabajadores humildes de su viña, nuestras debilidades son muchas, pero más abundante es la gracia Divina. Como su Obispo, Pastor y amigo les invito a acudir al Sacramento de la Reconciliación, pido a los sacerdotes que sean generosos en invertir muchas horas de su actividad pastoral en la administración del Sacramento de la Reconciliación. Les suplico atender a toda hora y en todo momento a quienes se acerquen heridos y dolientes buscando el perdón de Dios, no les cerremos la puerta a quienes quieren dar fruto de arrepentimiento y dolor de sus pecados.

Les encargo a ustedes mis queridos hermanos y hermanas en el Señor ser viñadores humildes, traten bien a los enviados del Señor que los exhortan a una vida nueva, a dar frutos de santidad y compromiso cristiano, no sean sordos a la voz de ese Dios que una y otra vez viene a nosotros para que le demos los frutos de nuestro trabajo en la viña. Que Nuestra Señora del Rosario, cuyo mes estamos inaugurando, interceda siempre por nosotros para que, a pesar de nuestras carencias y debilidades, demos mucho fruto en nuestro camino de seguimiento de Jesús.

Con afecto paternal:

Monseñor Víctor Hugo Palma

 

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