Queridos hermanos y hermanas:
Como Iglesia del Señor Jesús, estamos llamados a ser sus “discípulos misioneros”, es decir sus seguidores y testigos en nuestra vida en todo momento.
Desde nuestro Bautismo pues, recibimos un llamado o vocación que va más allá de “separar el domingo u otras ocasiones” para estar con él, sino que durante toda nuestra vida hemos de “seguirle” que quiere decir “imitarle” y permanecer fieles a Él incluso cuando ello implique la pérdida de la propia vida: ¡cuidémonos de seguimiento o cristianismo que nos prometa la bendición o prosperidad material o la fama del mundo o poderes mágicos! pues todo ello no sería fe sino interés o temor.
Hoy la Palabra de Dios nos presenta a dos personajes que “sienten lo fuerte de la vocación del Señor” a seguirle incluso siendo parte de su “pasión” o rechazo del mundo:
- El caso de Jeremías, en la primera lectura, donde el profeta nos deja escuchar su voz interior casi de protesta ante la fuerza de la vocación. Sabemos que por ser profeta verdadero y no falso como muchos que decían lo que gustaba oír al pueblo o a sus dirigentes, Jeremías tuvo su propia “pasión” o sufrimiento muchos siglos antes de Cristo. Hoy “confiesa o manifiesta” que es un peso para él ser testigo del Señor, pero dice que “es algo muy fuerte, como fuego que quema los huesos” y que no puede apartarse de su misión: ¡veneremos el ejemplo de los mártires de todos los tiempos, en estos últimos, del Beato Monseñor Romero y del próximo Beato Padre Aplás (en Sololá, Guatemala) que fueron fieles en medio de una “pasión o sufrimiento” hasta dar la vida por el Evangelio!. Así sucedió al final con Jeremías;
- De nuevo encontramos a Pedro, a quien hace ocho días el Señor nombraba “piedra visible” de la unidad de la Iglesia, pero que hoy al escuchar que seguir a Cristo implica prácticamente seguir a quien será perseguido y muerto, Pedro se llena de temor y quiere disuadir a Cristo de su propia misión: ¡cuántas veces nosotros olvidamos que la vida cristiana es quedarse con el Señor no en momentos de alabanza, de culto, de premios, sino de cruz!. Al reprenderlo el Señor le dice “Quítate de mi vista, Satanás” pero en el lenguaje original del texto bíblico le dice “Ponte de nuevo en mi seguimiento” puesto que Pedro daba un paso atrás en el seguimiento del Señor, se quedaba en la confesión de Fe: “Tu eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo” (decía hace 8 días), ¡No basta saber la biblia o la doctrina de memoria, o hacer un culto grandioso, sino seguir y quedarse con el Señor cuando el va a Jerusalén a vivir su Pasión!.
Seamos pues, realistas: no busquemos una Fe cristiana a la medida de nuestra comodidad, de nuestra estética, de nuestro egoísmo.
En familia, en medio de la sociedad, seremos siempre “signos de contradicción” como lo fue Jeremías por ser fieles al Señor, pero ¡vale la pena quedarse con Él!.
Y no perdamos lo más por lo menos, como decía el Santo Hermano Pedro: “Acordaos hermanos que un alma tenemos y si la perdemos, no la recobramos”.
Que no busquemos ganar el mundo y perdernos la vida verdadera, aquella de la que gozan santos y santas, mártires testigos de Dios capaces de ser fieles a su Señor “en todo momento, en todo lugar, con amor de entrega”.
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