Queridos hermanos y hermanas:
Luego de la maravillosa enseñanza del Señor Jesús sobre el Padre, rico en misericordia, este domingo retoma otra la indicación de Cristo: para conquistar el Reino de Dios –que es la misma persona de Cristo- es necesario hacer una opción, tomar una decisión fundamental, “No hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y se apegará al otro…»
En resumen no pueden ustedes servir a Dios y al dinero: ¡que importante es esta enseñanza, siempre actual pero especialmente urgente para nuestros tiempos, donde la ambición y apego a las riqueza es la causa de enormes injusticias, de la deformación de los valores, de tantos males movidos en el fondo por el apego total al dinero: narcotráfico, extorsión, crimen organizado, esclavitudes modernas, rupturas familiares, etc.!.
Ya la primera lectura del libro de Amós denuncia la “sed del dinero” al punto de manipular la vida de los pobres, de deformar la actividad económica y comercial “quitando el valor al tiempo de Dios” para dedicarlo a la ganancia material.
Una realidad actualísima e innegable, que lleva a todo tipo de corrupción: “Disminuyen la medidas , aumentan los precios, etc. San Pablo, en la segunda lectura de la 1Tm pide “orar por las autoridades” sabiendo que la corrupción de las mismas hace siempre difícil la vida de la comunidad.
En el Evangelio, Jesús propone en cambio, una “visión del futuro de la vida”: el administrador corrupto no es alabado por Jesús porque hacía trampa robando y “cambiaba los recibos”, sino porque prevé ese futuro donde todo cambiará.
Es decir, el Señor llama a “desapegarse del hoy del materialismo para prever el mañana espiritual”. Otras enseñanzas suyas indican este importante aspecto de la vida cristiana:
- Somos administradores del “hoy de nuestra vida” pero hemos de dar cuentas de cómo hemos usado las “riquezas injustas” (las cosas materiales, los medios humanos) en beneficio de nuestra vida como hijos de Dios, en la misericordia para nuestros hermanos;
- En el momento actual no podemos vivir en la “idolatría del dinero” como bien la llama el Papa Francisco, y caer por ella en el abandono de la voluntad del Señor de hacer el bien a nuestros hermanos en todas las formas posibles.
Vivamos pues, de tal manera que las posesiones –pocas o muchas- no nos roben el futuro que preparamos con las obras de misericordia, que las riquezas no se apoderen de nuestro corazón, tal como dice San Pablo: “El origen de todos los males es el amor al dinero” (1Tm 6,10).
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