Para ayudarnos en este inicio del Año de la Misericordia que aún comenzamos, nuevamente la Palabra de Dios pone ante nuestros ojos, mentes y corazones a Aquel que es la Palabra Eterna del Padre Misericordioso, Jesús, en el cual se cumplen todas las profecías del Antiguo Testamento.
Hoy, esa Palabra de Dios es anunciada ante el pueblo de Israel que “la había olvidado”. Esdras el Sacerdote y Nehemías leen ante la Asamblea el libro de la Ley de Dios y esa lectura causa alegría, emoción, consolación. Pero dicha historia era solo la preparación de “otro lector, otro profeta más grande”, Jesús; que también proclama la Palabra ante la pequeña asamblea de la sinagoga de Nazareth.
1) Recordemos que la “palabra divina” no es la Biblia, sino la persona de Cristo, Palabra Eterna del Padre que se hizo carne, como dice San Juan 1, 1ss;
2) Recordemos que el anuncio de Jesús es el anuncio del tiempo de la Misericordia que es Él mismo: “En Jesús, el tiempo del perdón ha comenzado, en Él la humanidad encuentra a Dios rico en misericordia, que antes ignoraba” decía San Juan Pablo II en su encíclica “Dios rico en misericordia”;
3) Recordemos que Cristo habla “porque el Espíritu Santo está en Él”, porque toda su misión fue movida por el Espíritu del Señor, que es Espíritu de amor y de misericordia; ¡que pena que tantos predicadores que se llaman cristianos, busquen de presentar a un Dios amenazante (“Si no aceptas a Cristo te irá mal” dicen a enfermos, a gente sencilla), ¡Que diferente es el verdadero Dios del cual dice Cristo: “Me envió para anunciar un tiempo de perdón, para dar la vista a los ciegos, sanar a los enfermos, dar la libertad a los cautivos”.
El Papa Francisco para este Año de la Misericordia nos pide “rescatar y poner de nuevo la Misericordia como la viga que sostiene el edificio de la Iglesia”. Por tanto la Palabra proclamada en todo este Año ha de ser escuchada como venida del amor de Dios, del Dios que como Cristo mismo demuestra, “sabe de la esclavitud que nos entristece, de la ceguera que no nos deja avanzar, de la enfermedad física o espiritual que nos destruye, de la falta de alegría y de vida que solo Dios puede saciar plenamente”.
Aún estamos, como decíamos antes, al inicio del año civil y del Año de la Misericordia; ¡propongámonos escuchar todo el año atentamente a Cristo Palabra de Misericordia, abrir nuestro corazón para que Él actúe la liberación de nuestros males físicos y espirituales, y también ser nosotros discípulos misioneros de ese anuncio que es urgente, que el mundo espera, y que Dios quiere actuar sin tardanza, como dice el mismo Jesús a sus oyentes: “Esta Escritura que han escuchado, se cumple hoy”.
Que nos ayude el ejemplo de María, modelo de la escucha de la Palabra que es su Hijo Jesucristo y que es para todos la “Madre de la Misericordia”.
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