Misericordia para los últimos

Queridos hermanos y hermanas:

En continuación del domingo pasado, Jesús, Maestro misericordioso indica hoy claramente la necesidad de “hacernos responsables” en la vida cristiana: ¡no podemos cerrar el corazón a la misericordia del Señor sin asumir nuestra propia colaboración en su proyecto de salvación!.

Ante todo, claro está la fuerte motivación a vivir “todos sin distinción”, como lo profetiza Isaías en la primera lectura, cual buen pastor que reúne a su rebaño, el Señor quiere derramar sobre todos su misericordia.

En el lenguaje del profeta se promete reunir, conducir y dar a conocer a todo su “nombre” es decir, su ser misericordioso como bien lo indica el Papa Francisco en su hermoso libro “El nombre de Dios es misericordia”.

Es una bondad sin limites a la que asisten todos sin exclusión, incluso los “últimos” los impensados (no solo los hijos Abraham, Isaac  y Jacob, sino “gente de oriente y occidente”; para todos existe un lugar  en el corazón de Dios Padre misericordioso.

Ahora bien,  a la misericordia corresponden dos actitudes:

  1. La vigilia sobre nuestra vida personal, familiar y comunitaria: una actitud que es una forma de vida. Jesús la describe como “pasar por la puerta estrecha”, es decir participar de su misterio pascual. Hay muchas personas, que quizás consideramos poco religiosas o cercanas a nuestras actividades parroquiales, etc. pero que hacen parte de los que “sí entrarán a su Reino”;
  2. La purificación de nuestra intenciones como cristianos: algunos abundan en signos, en “supuestos milagros” pero en su corazón no hay “misericordia hacia los hermanos”. Son los que al final de la historia se muestran sorprendidos, pensando que sus acciones “sin misericordia” bastan para hacerse dignos del Reino de Dios.

Pidamos pues al Señor la coherencia de vida cristiana: pasar por la puerta estrecha, como quien dice, no tratar de incluir nuestro orgullo y  la seguridad de nuestros méritos ante el Señor.

Imitemos más bien la buena voluntad de tantos hombres y mujeres que día a día “santifican su trabajo, la familia y el mundo” actuando desde una conciencia recta y desde los valores del Reino de Dios, aunque el mundo los considere como “los últimos”.

Que María, Madre de Misericordia cuya asunción y coronación como Reina del Universo celebramos este mes de agosto, nos inspire con su humildad y disponibilidad a hacer en todo lo que nos indica la Palabra del Señor.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma


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