Hace muchos años, en el Monte Carmelo (Israel) a orillas del mar Mediterraneo, una multitud de hombres santos se retiraron para rezar y alabar al Divino Creador; entre ellos estaba Elías, el profeta de fuego que luchó contra los errores en que había caído el pueblo israelita adorando al Dios Baal. El Señor mandó por esta idolatría una sequía que duró tres años, hasta que el pueblo convencido de que había traicionado a Dios suplicó a Elías que implorara la misericordia de Dios. En efecto, Elías suplicó a Dios y entonces apareció en el cielo una señal: una pequeña nubecita en el horizonte sobre el mar Mediterraneo que poco a poco iba creciendo, y en efecto, aquella nube pequeñita fue creciendo rápidamente hasta cubrir todo el firmamento precipitándose al fin sobre la tierra.
Esta nubecita es la prefigura de María Santísima, por ella nos cubrió una lluvia abundantísima de gracias, de Ella nos vino la Salvación para nuestras almas y por ello es llamada Nuestra Señora del Monte Carmelo o Virgen del Carmen.
Al pasar el tiempo, con la llegada de nuestro Redentor al mundo por medio de María, un grupo de hombres fieles a Dios, siguieron el Evangelio en este mismo monte Carmelo a quienes después les llamaron Carmelitas. En el siglo XII abandonaron Tierra Santa (debido a las persecuciones musulmanas) y llegaron a Occidente (Europa) donde crecieron en número y fervor.
Uno de estos carmelitas llamado Simón Stock recibió de la Virgen una revelación el 16 de julio de 1251: “Recibe, hijo amadísimo el Escapulario de tu Orden, señal de mi protección, privilegio para ti y para todos los Carmelitas. Todos los que mueran revestidos con este escapulario, no padecerán el fuego del infierno. Es una señal de salvación, refugio de los peligros, alianza de paz y pacto para siempre”.
El día siguiente de la aparición, la Virgen obra su primer milagro a través del escapulario. -Un joven angustiado por su padre a punto de morir, encuentra a Simón Stock y pide vaya a ver a su padre que se niega a confesarse. Simón Stock pide al muchacho que ponga el escapulario sobre el pecho del moribundo y al poco tiempo el enfermo pide la confesión-.
Al pasar el tiempo, la Virgen se le apareció al Papa Juan XXII y le hizo una nueva promesa para todos aquellos que usaran con fervor su Escapulario: “Yo, como tierna madre de los carmelitas, bajaré al purgatorio el primer sábado después de su muerte y los libraré y los conduciré al monte santo de la vida eterna”.
Ya el siglo pasado en 1950 el papa Pío XII escribió sobre el Escapulario “que sea un símbolo de consagración al Inmaculado Corazón de María, del cual estamos muy necesitados en estos tiempos tan peligrosos”.
Recordemos algo interesante: escapulario, del latín scapulae = hombros, no es un amuleto de buena suerte sino un signo sagrado, un vestido de gracia, un recordatorio constante que nuestra meta es el cielo con el auxilio de María, es el manto de María que constantemente nos ampara y protege de todas las adversidades. También simboliza el yugo suave que Cristo nos invita a cargar.
Llevemos el escapulario no como amuleto, o como adorno religioso, sino con piedad y devoción, como el “hábito” de nuestra madre que evoca la continua protección de María en esta vida y en el tránsito a la otra.
Nuestra Señora del Carmen, ruega por nosotros.
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