La Diócesis de Escuintla celebró el Jueves Santo, la Santa Misa de la Cena del Señor, presidida por Monseñor Víctor Hugo Palma, obispo de Escuintla. Previamente, como es costumbre, el obispo dirigió un mensaje a los cucuruchos que acompañan la imagen de Jesús Nazareno, en la procesión que recorre las calles del centro de la ciudad, en este día.
En la celebración eucarística, recordamos los tres regalos que Jesús nos dejó en la Cena de Pascua, que celebró junto a sus discípulos: la institución del sacerdocio, la eucaristía y el mandamiento del amor. Al concluir la homilía, el obispo representó con un grupo de doce hombres, a semejanza de los apóstoles, el lavatorio de los pies tal y como Jesús hizo en la última cena.
Con esta Misa, inicia el momento más importante del año: el Triduo Pascual. En Semana Santa recordamos los acontecimientos que Jesús vivió y que lo llevó a ser crucificado, con lo cual obtuvimos, por gracia de Dios, la salvación, la vida eterna.
El obispo nos recuerda que la Pascua es una celebración que ya hacían los judíos, para recordar el momento de la liberación de Egipto. Pascua significa «paso». Nosotros también tendremos nuestra Pascua, pasando de las cosas que pasan, a la vida que no pasa.
Esa noche, el Señor dio tres regalos a sus discípulos, que eran el comienzo de la iglesia:
1- La Santísima Eucaristía. Que es el sacramento más grande. El Señor mismo se hace presente en su cuerpo y su sangre, en el pan y el vino consagrados por el sacerdote. Nos urge a no perder nunca el regalo de la Eucaristía, algunos han abandonado la Iglesia, para irse a otras «iglesias», que no lo son, pues si no tienen y les falta la Eucaristía, no pueden ser Iglesia, pues el Señor mismo dijo: «hagan esto en memoria mía» (cf. Lc 22, 19). Nos recordó que por casi 500 años, en este mismo lugar en donde ahora está la Catedral de Escuintla, se ha celebrado la Eucaristía. En oración, el obispo da gracias a Dios por nuestra primera comunión y prometemos hacer lo posible para comulgar siempre, pues está escrito: «El que no come este pan, no tendrá vida eterna» (cf Jn 6, 54). Finalmente nos invita a apreciar la Eucaristía.
2- El Sacerdocio. El sacerdote no es un súper cristiano, es tan humano como todos, pero recibe algo, no por su propio poder, sino por la ordenación, puede consagrar el pan y el vino, para que por la acción del Espíritu Santo, se produzca la transubstanciación y sean el Cuerpo y la Sangre del Señor. El obispo nos pide rezar por nuestros sacerdotes, también por las nuevas vocaciones, porque siempre faltan obreros para el campo del Señor. En oración, damos gracias a Dios por nuestros sacerdotes, que aunque no son perfectos, pedimos al Señor para que sean buenos sacerdotes.
3- El Mandamiento del Amor. El Señor nos manda, amar al prójimo como a sí mismo (cf Mt 22, 36-40). En oración, el obispo pide al Señor que nos ayude a hacer lo que nos pide, pues nosotros no podemos solos. El mérito cristiano no está en amar a los que nos aman, en ayudar o servir al que nos puede ayudar o pagar, el verdadero amor es un amor difícil, el amor siempre pide lo que nosotros no queremos dar. El cristiano ama al hermano, incluso al que nos hace daño, nos injuria, nos insulta, nos persigue (cf Mt 5, 38-48).
Concluyendo la homilía, procedió al lavatorio de los pies, que de forma semejante a los doce apóstoles, con doce miembros de la comunidad parroquial, el obispo despojándose de sus vestiduras litúrgicas, lavó y besó los pies de estos fieles católicos. Invitándonos a todos a ser humildes y mansos de corazón, así como lo es el Señor (cf Mt 11, 29).
Las fotografías que se tomaron en la Santa Misa de la Cena del Señor, se pueden descargar a continuación:
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