Santa Misa Crismal

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Tu Palabra me da Vida
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En la Santa Iglesia Catedral de Escuintla, se celebró la Misa Crismal, presidida por Monseñor Víctor Hugo Palma, obispo de Escuintla y concelebrada por todo el clero de la diócesis, que se hizo presente para renovar las promesas sacerdotales que hicieran el día de su ordenación presbiteral.

La Misa Crismal toma su nombre del óleo del Santo Crisma, que junto con el óleo de los enfermos y el de los catecúmenos, son presentados por la comunidad diocesana al obispo, para su consagración (Crisma) y bendición (enfermos y catecúmenos), dentro de la liturgia propia de esta celebración, hay un momento especial en el que el obispo, con toda la autoridad que le da la sucesión apostólica y la plenitud del sacerdocio, realiza las oraciones que permiten que estos óleos, sean posteriormente usados por toda la comunidad diocesana en sus respectivas sacramentos.





En la homilía, Monseñor Víctor Hugo Palma, hizo un llamado a fortalecer los seminarios y ha responder a la llamada vocacional al sacerdocio. Nos recuerda que la Misa Crismal, ya forma parte del misterio del Triduo Pascual. Agradeció a los presbíteros por el servicio que han prestado en las Jornadas Penitenciales en toda la diócesis, que por voluntad de Dios, ellos tienen la potestad para reconciliarnos con Dios.

Como es costumbre, presentó a todos los sacerdotes, párrocos y vicarios y les dirigió palabras de agradecimiento por el apoyo que dan en el trabajo del obispo, en cada una de las parroquias de la diócesis. Particularmente presentó al padre Hernán Suchité, nuevo en la diócesis, que pertenece a la Congregación Hermanos de Betania y que prestará su servicio pastoral en la parroquia San Pablo Apóstol.

Uno de los objetivos de la Misa Crismal, es testimoniar la unidad del presbiterio junto al obispo en el trabajo pastoral de la diócesis. También pidió en oración que los sacerdotes tengan caridad pastoral, espíritu de unidad y entrega generosa.

El segundo motivo es la consagración de los santos óleos. Nos recuerda que Dios no necesita cosas grandes, sino que con cosas sencillas, como los óleos, hace cosas grandes.

El óleo de los catecúmenos, para quienes están recibiendo las enseñanzas, es un óleo de lucha, porque la vida cristiana no es un paseo cómodo, es una lucha constante.

El óleo de la unción de los enfermos, para el sacramento del mismo nombre. Nos advierte de no dejarnos engañar por falsas unciones, que hacen algunos autollamados predicadores, que engañan a las personas, haciéndoles creer que están siendo ungidos, cuando no tienen la autoridad ni la potestad para hacerlo. Ante la duda, ante la necesidad, es mejor llamar a nuestros párrocos, a nuestros sacerdotes, que todos tienen tres facultades importantísimas: la unción, la confesión y la eucaristía.

El óleo del santo Crisma, del cual toma su nombre ésta Santa Misa, el cual se coloca en la cabeza para recordar que no somos esclavos de las cosas, ni alejados del altar. Somos sacerdotes para ofrecer nuestra vida, profetas para decir la verdad y reyes para que las cosas no reinen, sino reinar sobre las cosas. En oración, el obispo da gracias a Dios y pide que seamos sacerdotes, profetas y reyes. El Señor ha buscado y ha elegido a unos, a quienes ha separado del resto para que sean consagrados como sacerdotes consagrados con éste crisma, que marca de forma indeleble su ministerio sacerdotal. Sin importar cómo ha sido la historia personal de cada uno, Dios los ha elegido y Dios no se equivoca, es el hombre quien decide ser fiel o infiel.





El obispo les urge a los sacerdotes, la unidad, la conversión pues son pescadores de la misma barca, que es la diócesis. Les recuerda que han sido consagrados y que en su vida sólo puede haber fidelidad a Dios y a los hermanos, no distraerse. Amar al pueblo porque es el Cuerpo místico del Señor mismo.

Con la intercesión de María Santísima, madre del Sumo y Eterno Sacerdote, pide por nuestro presbiterio. Posteriormente todos el clero renovó las promesas sacerdotales.




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