Queridos Hermanos y Hermanas:
La Palabra de Dios en este Tercer Domingo de Cuaresma nos enriquece enormemente sobre el sentido de los “cuarenta días de conversión, de encuentro con el perdón de Dios”, a través del curioso signo de dos plantas por el cual se nos enseña que la Cuaresma es la ocasión sentir la “cercanía misericordiosa” de nuestro Dios.
- Mediante el signo de la “zarza sin consumirse a pesar del fuego” se revela que el Señor ya en el Antiguo Testamento “escucha el clamor de su pueblo, está atento a los clamores de sufrimiento” de Israel en Egipto, y por ello inicia la maravillosa historia del “éxodo”, es decir de la liberación pero sobre todo del renacimiento de sus elegidos. Así lo demuestra la primera lectura: el signo de aquella “zarza incendiada pero que no se consume” y que llama la atención a Moisés, no es otra cosa que la clara señal del “amor invencible de Dios”, de su misericordia eterna a pesar de los pecados de Israel (San Agustín de Hipona). Claramente, a pesar del tiempo no solo de su esclavitud, sino de su “hacerse a la vida de Egipto” (como lo demuestra luego el camino por el desierto cuando el pueblo habla de “volver a Egipto”), a pesar de todo ello, el Señor se presenta como uno que “está cercano a su pueblo”;
- Pero a esa zarza se añade ahora la “higuera estéril”, la segunda planta con un simbolismo muy fuerte, es el pueblo elegido que no ha dado el fruto de conversión, de vida nueva que debería dar por su Alianza con Dios. En este segundo cuadro, maravillosamente “pintado” por San Lucas, el evangelista de la misericordia, a pesar de que Jesús “avisa de la necesidad de estar vigilantes” cuando le comentan el hecho de sangre ocurrido a unos galileos, el mismo Señor pasa a contar la parábola de “la divina misericordia que otorga un tiempo de gracia, una segunda oportunidad” a la higuera estéril (¡nosotros mismos, incapaces de responder a Dios con las obras de la misericordia!). Considero que ambas enseñanzas tienen un mensaje fundamental para vivir la Tercera Semana de Cuaresma:
- Dios está siempre cercano y atento a nuestra oración en nuestros sufrimientos, “No es que él no hable, es que no sabemos escucharlo” decía un santo hombre de oración;
- Por sobre nuestros pecados, por sobre nuestras faltas Él nos ofrece “su acción de redención” como al pueblo de Israel en Egipto, o como a la higuera, por la cual intercede el “divino jardinero” que no es otro que Cristo, el enviado para “anunciar el jubileo de la misericordia, el tiempo del perdón divino” (ver Lc 4, 16-20);
- Y sin embargo, a la misericordia se responde con seriedad, como decía también San Agustín, «¡Ea, árbol estéril! No te rías porque se te perdone; se aplazó el empleo de la hoz, pero no te sientas seguro. Vendrá y te cortará”.
En otras palabras: ¡demos el fruto de la Cuaresma, que es la conversión, ayudados por la Gracia de Dios, mediante las obras físicas y espirituales de la Misericordia!.
No olvidemos que la tierra de Escuintla sigue gimiendo la violencia delincuencial, la indiferencia ante los sucesos que causan tanto dolor a tantas familias, el fruto del egoísmo y de la falta amor para con los más necesitados y la confusión de valores que en este tiempo parece hacerse más fuerte.
Acerquémonos mediante la Confesión al Señor que nos espera con su perdón, y acerquémonos con la caridad al hermano que espera de nuestra Fe los frutos que aún podemos dar en este “tiempo concedido por el amor de Dios”.
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