Queridos hermanos:
El tercer domingo de Pascua continúa presentando la fuerte impresión de la alegre noticia: ¡Cristo ha resucitado y vive entre nosotros!.
Se trata del “centro de la Fe cristiana” como decía ya en el siglo II un autor llamado Tertuliano: “Somos cristianos precisamente por la Fe en la resurrección del Señor”. Y sin embargo, desde el inicio de la vida de la Iglesia esa Fe ha encontrado “fuerte oposición”:
- Hoy en la primera lectura de Hechos, las autoridades de Jerusalén prohíben a los apóstoles “predicar esas cosas extrañas y llenar de mentiras Jerusalén”, ¡el mundo no comprende, y por el contrario, aborrece al luz que ha vencido a las tinieblas en la resurrección del Señor!. Es una realidad que debe aceptarse, y por lo mismo, tomar la opción pacífica pero firme de los apóstoles, quienes declaran que “es más importante obedecer a Dios que a los hombres”, ¡cuántas veces actuamos por el contrario, queremos quedar bien con ambientes de maldad, de corrupción de todo tipo, para no perder la amista humana y sí, perdemos la amistad con Dios!;
- Pero existe otra dificultad para la vivencia de la Fe en la resurrección: son nuestras propias experiencias de fracaso, nuestras dudas, parecen decir “el Señor no está con nosotros”. Por ello, la hermosa experiencia de los mismos apóstoles en la “pesca milagrosa” del Evangelio de hoy aclara que el Señor sí está y muy cerca, pero que “la noche de nuestras derrotas nos impide verlo”. Luego de no pescar nada aquella noche, al amanecer el Señor se acerca a la barca, da indicaciones y sucede el milagro conocido; ¡si tanto solo acudiéramos más a Él e la oración… si tan solo dejáramos que el amanecer de la Fe nos hiciera ver su cercanía!.
Quien lo reconoce es el discípulo amado, el mismo san Juan quien afirma “Es el Señor”. Su actitud nos invita a no dejarnos vencer por los fracasos: toda la noche Cristo había estado cerca de ello, pero Él espera el momento de la mañana para revelarse.
Cierto, Pedro se tira al agua alcanzar al Señor, es un gesto que remite a aquel “bautismo” o experiencia de muerte que el mismo Pedro negó en la Cena; “A mí no me lavarás los pies”, pero ahora se decide a ir hacia su Señor y tomar parte en su misterio pascual, Pedro morirá como mártir y testigo del resucitado.
El mismo Resucitado les ha preparado una comida que es figura de la Eucaristía, del Banquete Dominical que Él, vivo y presente, nos ofrece y que es su presencia verdadera.
Oremos por nuestros jóvenes por quienes el Papa Francisco ha escrito la exhortación “Cristo vive”, a pesar de los momentos oscuros, llegará el amanecer y podremos “reconocerlo vivo y cercano”.
Oremos para que nuestra tierra en tiempos de fuerte actividad política “vea la luz del Señor” en sentimientos de paz, de respeto, de búsqueda del bien común, y del bien mayor, Cristo el Señor. Y que las celebraciones “a las madres” esta misma semana, sean ocasión de acción de gracias por ellas, verdadera luz de Dios en la vida familiar.
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