¡Esperemos al Señor con alegría y responsabilidad!

Queridos hermanos y hermanas:  

Iniciamos hoy el tiempo de Adviento: la celebración gozosa de la primera venida del Señor que nos llevará a su Natividad el 25 de diciembre, pero también la preparación responsable para su “segunda venida” en gloria al final de los tiempos.

El Adviento con su color litúrgico morado nos recuerda entonces esa responsabilidad de “prepararle un camino adecuado” como nos dirá el siguiente domingo: ¡ante tantas situaciones de dolor, de pecado y de muerte, vivamos estos días con verdadero espíritu cristiano en medio del bullicio del mundo!.

En efecto, en medio de la comercialización de la Navidad y de la celebración de las “fiestas de fin de año” donde ni se menciona a Dios, la Palabra suya nos invita a “pedirle que baje” de lo alto, como quien “rasga los cielos” dice el profeta Isaías, trae la vida a donde abundan la confusión y la muerte.

El profeta hablaba al Señor en medio de la difícil reconstrucción de Israel y nosotros hacemos nuestras sus palabras en medio del aumento de la violencia delincuencial, de la confusión moral y de la lucha contra la corrupción que parece en ocasiones fortalecerse y definir el rumbo de la historia nacional y de Escuintla.

Por ello, indicando que el Adviento pide la venida del Señor dice el salmo “muéstranos tu favor y sálvanos”, pues si el Señor vuelve su mirada  a nosotros, si nos visita entonces viviremos.

A esta certeza de que el Adviento es un tiempo de preparación alegre pero también responsable nos ayuda la voz del San Pablo que en la 1ª. Carta a los Corintios llama a una actitud de dicho cuidado responsable de la vida cristiana: nos pide el Apóstol ser hallados “irreprochables” hasta que llegue el día del Señor: ¡examinemos cada uno nuestra situación delante de su venida y luchemos fortalecidos por el Espíritu Santo para librarnos de las manchas del pecado mediante el Sacramento de la Confesión!.

Pero es sobre todo el Evangelio según San Marcos que comenzamos a leer ese año en el ciclo B, donde Jesús pide: “Velen porque no saben el día la hora”. Con la imagen del mundo antiguo cuando el dueño de la casa podría regresar de media noche, por ejemplo, el Señor nos indica la necesidad de hacer “vigilia”, es decir, de no adormecernos como decíamos en la fiesta, la celebración mundana, la desorientación consumista que en estos días es tan fuerte: hay quienes hasta se angustian si la Navidad no es un tiempo de gasto y fiesta.

Pidamos pues al Señor que las Ordenaciones Diaconales de Walter, Jairo, Erky y Gil, cuatro jóvenes futuros servidores del Señor, nos indiquen la alegría de la divina presencia y orando por su fecundo ministerio, hagamos nuestro “programa de Adviento”: oración, escucha de la Palabra, participación en la Eucaristía caridad.

Así aquel que viene nos traerá el gozo verdadero que solo Él puede darnos en abundancia. Que la Inmaculada Concepción sea el modelo de preparación en  una vida “irreprochable” a la venida del Hijo de Dios.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma

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