Llamados a ser hombres nuevos en Cristo

Queridos hermanos y hermanas:

Hemos iniciado la Cuaresma de este año con el signo de la Ceniza, que nos ha recordado nuestra fragilidad: el pecado nos hace débiles ante la fuerza de la  tentación. Como bien decía Santo Tomás hablando del efecto del pecado en nuestras vidas: “Así, lo que no era propio de la naturaleza humana la llega a poseer y a dañar”.

Hoy la Palabra de Dios nos muestra dos rostros opuestos, totalmente diferentes en su respuesta a la tentación que hace caer en el pecado y su fruto la muerte. Se nos presenta a un “primer Adán y a un segundo Adán” para que sobre sus acciones reflexiones e imitemos el modelo de Cristo, vencedor del mal.

Ante todo, pues,  en el relato el Génesis Adán y Eva son la primera humanidad que cede ante la tentación de “querer ser como dioses”. De modo sutil, la serpiente que es la presencia del Diablo, enemigo de Dios, “provoca la soberbia humana”, el deseo de la criatura de suplantar a Dios en su relación con el mundo y los demás: ¡que la Cuaresma sea ocasión de purificar nuestros corazones del pecado mas grande, la soberbia que provocó la caída de nuestros primeros padres.

En el otro extremo de la historia, se nos presenta a Jesús: como verdadero hombre él también sufrió la tentación del mismo enemigo de Dios:

  1. Jesús es tentado acerca de lo más básico, la necesidad de comer, pero nos recuerda con su respuesta al Diablo que “ante todo importa cumplir la voluntad de Dios”;
  2. Jesús es tentado con algo que nos parece muy normal: la máxima seguridad, la tentación de poner a Dios “a prueba”;
  3. Jesús, finalmente,  es tentado con el deseo de poseer riquezas: ¡la misma tremenda tentación del materialismo que provoca hoy tanta delincuencia, muerte, narcotráfico, etc.

Jesús es quien nos da ejemplo de “pobreza espiritual” dándonos ejemplo del rechazo a la idolatría que arruina la economía, arruina las sociedades y domina el alma (Papa Francisco). Es San Pablo quien nos indica que “estamos llamados a ser hombres nuevos en aquel segundo Adán, Cristo”.

Iniciemos pues la Cuaresma con el modelo de Jesús que por cuarenta días nos acompaña como modelo de victoria sobre las tentaciones y llamadas del mal. La Cuaresma es un tiempo de lucha  espiritual en la cual no nos faltará la ayuda del mismo Señor, que desea que de nuestra muerte espiritual volvamos a la vida que se nos ofrece en la Pascua.

No dejemos para el último momento el Sacramento de la Confesión, donde todo puede comenzar de nuevo.

Y que María Santísima interceda para que los cristianos en Escuintla vivamos esa lucha espiritual: ella, la nueva Eva que venció al mal poniendo ante todo la voluntad de Dios en su vida diciendo al ángel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu Palabra”

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma


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