Mensaje diocesano con ocasión del
Adviento e inicio del Camino Sinodal del 2021
“Caminemos a la luz del Señor”
A los Sacerdotes y Seminaristas Diocesanos
A los(as) Religiosos(as)
A los Agentes de Pastoral
A los Movimientos de Apostolado
A las Hermandades, Cofradías, Asociaciones de Piedad Popular
A los hombres y mujeres de buena voluntad de la sociedad escuintleca
Estimados hermanos en el Señor:
Con el inicio del Adviento, nos encaminamos al momento luminoso de la Navidad, celebrando la venida de Aquel que es la “luz del mundo”, en cuyo seguimiento no tendremos más las tinieblas del mal (cf. Jn 8,12). En efecto, el camino del Adviento y su meta la Navidad, son un itinerario espiritual de esperanza, de anhelo de la luz verdadera de Cristo, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (cf Jn 1, 9), una luz invencible porque es el mismo Dios – Luz en quién no hay tinieblas (cf. 1 Jn 1, 5).
Un camino que hacemos en medio de las sombras, no solo de la Pandemia mundial, sino de tantas otras oscuridades que afligen la vida de todos, material y espiritualmente y que por tanto es “camino que se desea, que se necesita”, para pasar de la sombra a la luz. “¿Quién sabe mejor que la luz es buena, sino aquel que ha sentido el peso de las tinieblas?”.
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Les propongo pues, algunas reflexiones para que iniciemos este camino, precisamente “juntos”. Según el espíritu del ya vibrante Sínodo sobre la Sinodalidad, al que nos ha invitado el Papa Francisco. Un camino desde acá, desde nuestra tierra escuintleca, marcada ella por el claroscuro de la Gracia y el pecado, pero anhelante del nacimiento del que es “luz para alumbrar a las naciones y gloria de su pueblo Israel” (cf. Lc 2, 22-35).
1) “En ella estaba la luz y las tinieblas no la vencieron” (Jn 1, 4ss). La venida de Cristo, Palabra luminosa del Padre, ha sido la respuesta a la esperanza de los que “caminaban en tinieblas y sombras de muerte” (cf. Lc 1, 79). En nuestro ambiente, como lo hemos recordado constantemente, no deja de existir una innegable presencia de la luz:
a) La sobrevivencia de la práctica de la Fe en las Familias, a pesar de la Pandemia en el segundo departamento con más víctimas mortales.
b) Las muchas formas de solidaridad de los que tienen menos, hacia sus hermanos más pobres, afectados por la pérdida de empleos, por los contagios y muertes.
c) El incipiente pero irrenunciable afán por el cuidado del medio ambiente de parte de todos.
Sin embargo, también las tinieblas tienen formas concretas, que provocan a su vez tantas formas de muerte:
a) La dura realidad de la violencia delincuencial, del crimen organizado, del narcotráfico que cunde especialmente en la zona costera de Guatemala.
b) La lamentable corrupción administrativa y la judicial, ésta última expresada en la mora judicial, en la impunidad de los jueces, en detrimento de los derechos más elementales.
c) El materialismo que provoca el abandono de Dios y su ignorancia en la toma de decisiones, que no son solamente religiosas, sino del más elemental humanismo, afectando sobre todo a los más pobres.
d) La profusión del vicio, del contrabando y la relegación a la casi miseria, de quienes no pueden acceder a formas de trabajo justamente remunerado.
e) El poco cuidado a la “casa común” y la falta de compromiso con una “conversión ecológica” urgente.
f) La descomposición de los ambientes sociales y especialmente de los ambientes de familia, tomando como normal y aceptable la infidelidad, la violencia intrafamiliar y la tentación constante del aborto.
2) “Levántate, tú que duermes y te iluminará Cristo” (Ef 5, 14). Como bien sabemos, el Adviento es “tiempo fuerte”, que interpela nuestro caminar de discípulos misioneros de Cristo Luz. Interpela nuestro deber ser también nosotros, “lámpara que se ha encendido, no para esconderse, sino para alumbrar toda la casa” (cf. Mt 5, 15). Una fe, que no ha sido suficientemente irradiada por la vida nueva en Jesucristo y que tantas veces hemos ocultado por quedar bien con la mentalidad del mundo, con la mafia de la corrupción; “Si tu ocultas esta luz” te conviertes en “tibio” o sencillamente en un “cristiano solo de nombre”. Por ello, para avivar la luz de la Fe en el camino de Adviento, se nos propone por parte de nuestra madre y maestra la Iglesia:
a) La escucha más atenta de la Palabra de Dios, siguiendo las indicaciones de esperanza del profeta Isaías, la figura seria pero esperanzadora del Precursor, Juan Bautista.
b) La capacidad de silencio en medio de la propaganda materialista del mundo. Un silencio meditativo, como el de María que camina Ella también hacia el momento del nacimiento de Cristo.
c) El recurso al Sacramento de la Reconciliación, para “allanar los caminos del Señor que se acerca”.
d) La práctica de la caridad, especialmente en un ambiente de cierta carestía y limitación de festejos, no solo por la Pandemia, sino por sus consecuencias económicas mundiales.
3) “Y el Señor iba delante de ellos, de día en una columna de nube, para guiarlos por el camino y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche” (Ex 13, 21). Como el antiguo Israel, a partir del camino sinodal que inauguramos en la Diócesis el pasado 17, a nivel diocesano y 24 de octubre a nivel parroquial, el Señor nos pide “caminar juntos” y Él viene con nosotros. Cuando vivimos el espíritu sinodal, somos “la gran Iglesia que se mueve”, recuperamos el ”nombre de la Iglesia, que es sínodo”.
Recuerdo las características del camino sinodal que Papa Francisco nos propone; si las claves del camino y al mismo tiempo su meta son la comunión, la participación y la misión, las actitudes que nos propone el Papa son: escucha, humildad, apertura. Es decir “Siempre volvemos al estilo de Dios, el estilo de Dios es la cercanía, la compasión y la ternura. Esto es lo que Dios ha hecho siempre. Si no acudimos a esta Iglesia de proximidad, con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor”.
Invito a hacer un “adviento de camino sinodal, a la luz del Señor que viene”:
a) A quienes tienen un credo o pensamiento religioso diferente al Católico, afinar el discernimiento y la apertura ante la Verdad, como recomendaba Santo Tomás de Aquino: “pues todo lo verdadero, lo diga quien lo diga, viene del Espíritu Santo”.
b) A quienes tienen la inquietud de expresarse en los momentos de la escucha, que se proponen por la diócesis, a retomar con sencillez la palabra y el anuncio, o la expresión de dudas quizás, pero siempre atentos a la Verdad que es el mismo Señor Jesús (cf Jn 14, 5)
c) A quienes dentro de los servicios otorgados por el Señor, para bien de su Iglesia, sienten la necesidad -no de protagonismo- sino de “conversión pastoral”, por la comunión y participación, según lo escrito, «cada uno ponga al servicio de los demás, el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas. El que habla, hágalo como quien expresa las palabras mismas de Dios; el que presta algún servicio, hágalo como quien tiene el poder de Dios. Así Dios será en todo alabado por medio de Jesucristo, a quien sea la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén” (1Pe 4, 10-11).
Por ello, me refiero también al 4to. año del Camino Pastoral “Rema Mar adentro”, que con la creatividad de los párrocos y agentes de Pastoral, perfilaremos el próximo cuatro de enero, como verdadero ejercicio de sinodalidad, de escucha y comunión entre nosotros.
4) “Una grande señal apareció en el cielo: una mujer vestida del sol y la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas” (Ap 12, 1). En el caminar “juntos” sinodalmente en este Adviento, venciendo con la esperanza la sombra de la Pandemia, nos acompaña la Bienaventurada Virgen María, Nuestra Señora Inmaculada Concepción. En efecto, toda la tierra escuintleca es el campo de su cuidado, de su patronazgo, pero también de su intercesión y de su ser modelo de “caminar en la Iglesia y con la Iglesia”. A Ella que nos ha sido dada como madre y compañera en el Camino de Adviento, le pedimos la fortaleza con que supo avanzar con san José su Esposo, hacia Belén, dando a luz al Salvador, aún en medio de la oscuridad de la noche. A Ella encomendamos la superación del mal de la Pandemia y le pedimos nos sea concedida la prudencia y sabiduría para “cuidarnos y cuidar a los demás” en las precarias condiciones de vacunación y atención médica de nuestros ambientes.
Hermanos todos, aún en la incerteza y el temor, pero también con esperanza y alegría, caminemos este Adviento a la luz del Señor. Que su Navidad sea el encuentro de su presencia sobre todo en los más pobres, en los desorientados, en los alejados, en las víctimas del drama migratorio que marca nuestra tierra, pero también en la perseverancia en el bien en las Familias. Que el otro caminante de Adviento, San José, nos estimule en la creatividad, en fortaleza y sobre todo en la “contemplación silenciosa” del actuar de Dios, en cada día de nuestra historia.
Cordialmente y desde ahora, una Feliz y Santa Navidad para todos,
Escuintla de la Inmaculada, Adviento del 2021
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