Reflexión – El Bautismo del Señor

El evangelio según san marcos 7,1-11 que escuchamos en esta fiesta del Bautismo del Señor, nos enseña:

  1. La humildad de Jesús. En efecto, el mismo Jesús descubre en el mensaje de Juan Bautista algo que le impresiona: el mensaje de conversión. Porque siempre es tiempo de conversión, es decir de cambiar el mal camino por el camino de la Vida, y aunque Él no tenía nada que purificar (pues no tenía ningún pecado), quiso someterse a este rito “para proclamar con humildad, lo que para nosotros era necesidad” (San Agustín). Imaginémonos, el mismo Jesús se hace inferior a su enviado Juan el Bautista ¡qué humildad!
  2. Nos enseña a valorar la gracia invisible en un sacramento visible, como lo es el sacramento del Bautismo. Los sacramentos ciertamente son los signos visibles de la gracia invisible. Como cristianos estamos llamados a creer, tal y como lo decimos en el credo cada domingo, que creemos un este mundo que es visible, pero también en un mundo invisible (espiritual).
  3. A recordar nuestro bautismo con gratitud. Porque también en nuestro bautismo ocurrió lo mismo que en el bautismo de Jesús, y aunque de forma invisible, por la fe sabemos que los mismo hechos siguen sucediendo en cada bautismo, en nuestro bautismo. Veamos:

En el bautismo de Jesús

  • Se vio que el cielo se abría;
  • Se vio que el Espíritu Santo bajaba en la figura de una paloma (una nueva Creación)
  • Se oyó una voz del cielo (Padre) que decía: “Tú eres mi Hijo amado” (es Dios mismo, no solo el Mesías esperado, sino Dios mismo entre los hombres)

En nuestro bautismo:

  • El cielo se abrió para cada uno de nosotros;
  • El Espíritu Santo bajó sobre nosotros (el agua que regenera, renueva la vida)
  • El Padre eterno nos hizo sus hijos, nos hizo cristianos, miembros de la Iglesia.

 

  1. A reconocer que el bautismo es un nuevo nacimiento, el inicio de nuestra vida cristiana, el nacimiento a la vida sobrenatural, cuya nueva vida predicaron los Apóstoles y de la que habló Jesús a Nicodemo: “En verdad te digo que quien no naciera de arriba no podrá entrar en el reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, pero lo que nace del Espíritu es espíritu” (Jn 3,3-6). El bautizado renace a una nueva vida, a la vida de Dios, por eso es su hijo. Y si somos hijos, también somos herederos, herederos de Dios y coherederos con Cristo. (Rm 8,14.17)
  2. A formar parte de un pueblo, de una familia, de una Iglesia, así lo expresa el magisterio de la Iglesia “fue voluntad de Dios santificar y salvar a los hombres no aisladamente sino constituyendo un pueblo” Y el bautismo es la puerta por donde se entra a la Iglesia.
  3. Dar el bautismo a los niños, cuanto antes, pues es una práctica de fe y mandada por el mismo Señor. Aunque algunos dicen que el bautismo de niños es atentar contra la libertad, no hay argumentos para negar el bautismo a los pequeños, acaso se atenta contra su libertad darles lo mejor materialmente (alimento, limpiarlos, curarles…cuando no podían pedir por ellos mismos estos bienes) hoy la segunda lectura (Hch 10) nos habla precisamente –si leemos completo el capítulo 10- de que Cornelio, el centurión, fue bautizado él y toda su familia.
  4. A renovar nuestras promesas bautismales, cada día de nuestra vida, con nuestras actitudes, trato a los demás, etc. (renunciar a Satanás y seducciones y afianzar mi fe en el Credo).

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