Queridos hermanos:
Celebramos hoy una “fiesta de familia” un momento alegre para todo cristiano, si recordamos precisamente que un cristiano es un “hijo de Dios Padre, un hermano redimido por Jesucristo, y un templo del Espíritu Santo”.
En efecto, somos parte de la familia de la Santísima Trinidad que mediante el misterio pascual de Cristo “nos ha adoptado” y no ha devuelto y mejorado aquella condición de hijos de Dios que perdimos a causa del pecado.
Es pues un domingo fundamental para saber quienes somos, el mundo lo ignora, nos considera simples “creyentes de una de tantas religiones”, por lo que acertadamente en la primera lectura la obra del Padre: Él el creador de todo.
Hoy los “malos científicos” que se cierran a la verdad completa ven la obra maravillosa de Dios y creen que es una casualidad, producto de una evolución ciega, ciertamente Dios ha usado tantos caminos, la evolución misma por ejemplo, pero es el “autor inteligente de una obra inteligente”: ¡cuidemos la creación, como nos pide el Papa Francisco, pues ella es nuestra “casa común” donde vivimos como hijos de Dios en ambiente de salud y dignidad!.
Por ello el salmo 32 recuerda al antiguo Israel que es un “pueblo dichoso porque ha sido escogido por Dios”, expresión que también nosotros hacemos nuestra, como lo ha recordado el Papa Francisco recientemente, por el Bautismo somos hecho “verdaderos hijos de Dios, herederos de la gloria eterna”.
De modo muy especial se nos recuerda nuestra relación con Cristo; en la segunda lectura se nos aclara que “somo hijos del Padre, que seguimos al Espíritu y que somos hermanos de Cristo”. Es una expresión que nos asombre, pero es verdadera: ¡no seguimos o creemos en un Dios de aire, de plástico, o imaginario, somos discípulos misioneros del Dios y Hombre Jesucristo, nuestro hermano, Camino, Verdad y Vida!.
Pero es sobre todo es el Evangelio el que nos presenta la enseñanza ya mencionada del Papa Francisco: el verdadero bautismo es aquel hecho mediante el agua “en el nombre del Padre, del Hijo, y del Espíritu Santo”.
Lamentablemente, muchos hoy adoran las obras del “supremo creador o arquitecto, pero no lo llaman Padre”, otros se dicen “cristo-céntricos” porque no mencionan al Padre ni al Espíritu, y finalmente están los “pentecostalistas” que hacen del Espíritu Santo un fantasma, una fuerza para caer desmayados.
¡Recuperemos nuestra vida trinitaria” cuidando la casa común obra del Padre -nuestro mismo cuerpo físico es también “casa”-, sigamos a Cristo como modelo de obediencia al Padre, amándolo sobre todo y amando a los hermanos y busquemos no solamente los dones, sino también los frutos de la vida nueva en el Espíritu: Caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fe, modestia, continencia, y castidad (Gálatas 5, 22-23).
Vivamos entonces “sin salir del mundo sino transformando el mundo” desde dentro, para gloria del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como María nuestra Madre: hija del Padre, madre del Hijo, Esposa del Espíritu Santo, en este mes del Santo Rosario, ruega por nosotros.
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