Queridos hermanos y hermanas:
La Palabra de Dios inicia ya en estos últimos domingos del año cristiano es una llamada profunda a la “evaluación de la vida comunitaria de la Iglesia del Señor Jesús”.
En sus palabras en este domingo encontramos como un “espejo” que pone delante de todos y cada uno un “doble examen”:
- Ante todo el de la fraternidad. Recordemos que “en la comunidad todos somos hermanos”. La fe cristiana auténtica es tan diferente de aquellos cultos paganos donde existían “super hombres o super mujeres”, es decir, ser superiores a los demás que es escapaban del juicio de la Ley de Dios que se aplica a todos: ¡cuidado con revivir entre nosotros actitudes de superioridad, pues “no somos la reunión de los perfectos” sino de los que hemos sido perdonados por el Señor!.
Es por ello que ya en la primera lectura del profeta Malaquías el Señor “reclama el apartamiento de sus caminos” muchas veces a causa de haber sido mal guiados por los jefes religiosos del pueblo.
En el antiguo Israel se dio el penoso caso de esos guías que se consideraban “impecables y por lo tanto apartados” de los demás.
En el Evangelio Jesús se dirige contra los “fariseos” (fariseo viene una palabra aramea “farás” que quiere decir precisamente “apartado” pues eran personas muy religiosas de fuera, pero en el fondo pecadores como todos).
Ellos eran precisamente el tipo de personas que cultivan muchos grupos católicos y sobre todo las sectas pentecostalistas que hacen prosélitos partiendo de hacerlos sentirse superiores a los católicos: ¡evitemos ese orgullo y soberbia que ofenden al único verdaderamente santo, el Señor!.
Cuando Jesús dice que a nadie llamemos “padre” o “maestro” indica que no podemos en la Iglesia rendir “culto a la personalidad de nadie, de ningún predicador o dirigente” pues todos somos sencillamente “hijos de Dios”.
No se trata pues, como dicen los hermanos protestantes o evangélicos tan confundidos, de no llamar “padre al sacerdote” (ellos también llaman pastor o reverendo a sus dirigentes) sino de evitar, como dicho antes, el poner nuestra confianza en nadie sino solo en el Cristo el Señor, como dice San Pablo: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino al Jesucristo el Señor” (2 Corintios 4, 5).
En todo lugar, especialmente en grupos sectarios hay quienes son objeto de una veneración ciega, donde se llega muchas veces a humillar a las personas;
- El servicio, como distintivo de quien dirige. Cuando Jesús habla de “aquellos que se han sentado en la catedra de Moisés” no está en contra del ordenamiento y conducción de la comunidad, sino del olvido del servicio, como la más importante forma de imitación de Jesucristo, quien dice: “El mayor de ustedes sea su servidor”.
Habiendo celebrado tanto a los Santos y Santas de Dios y habiendo recordado a nuestros difuntos recientemente, pidamos al Señor que en el breve viaje de esa vida “demos solo a Dios la gloria” sin poner nuestra confianza y dar culto a nadie pues todos somos hermanos, al mismo tiempo que vivamos el ideal del servicio comenzando por nuestra propia familia, parroquia, comunidad y sociedad escuintlecas, imitando a María que dijo de sí misma: “He aquí la sierva del Señor”.
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