Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
En el maravilloso camino dominical con el Evangelio según San Marcos, donde hemos ido contemplando poco a poco quién es Cristo, el Mesías, ahora nos encontramos con otro rasgo suyo: Él es pastor bueno, entregado, infatigable y sobre todo “compasivo” que el Padre ha enviado a su rebaño, a su nuevo pueblo, la Iglesia.
Ante todo resuena la terrible denuncia del mismo Dios a los “malos pastores de su pueblo”: los que no se interesan por él, los que permiten que se disperse. No interesarse por las ovejas, permitir esa dispersión era algo condenable en un pastor de los tiempos antiguos: las palabras de Dios por Jeremías en la 1ª. lectura son dolorosas y referidas a las autoridades civiles pero también religiosas de su tiempo.
Pero el Señor promete tomar cuidado de sus ovejas “El mismo mediante un profeta diferente”: y ello se aclara y se cumple solamente en el Nuevo Testamento en la persona de Jesús. Hoy San Marcos describe la intensidad del ministerio público de Jesús y de sus apóstoles que “no tenían tiempo ni para comer”.
Lo más impresionante es que, habiendo viajado para tomar un descanso, al encontrarse de nuevo a las gentes, Jesús “se compadeció de ellos porque estaban como ovejas sin pastor” y se puso a servirles el alimento de la Palabra, olvidándose de sí mismo.
Notemos que Jesús no era un “activista” que hacía y hacía, sino ante todo Él amaba: dice que “viéndolos se compadeció”. Y ciertamente a la raíz de toda su vida y actividad estaba la compasión, la misericordia, el amor.
¡Que diferencia con tantos falsos pastores que se buscan a sí mismos, y dicen actuar “porque tienen el poder de Dios o del Espíritu”!. En sus corazones no hay “compasión ni interés por las ovejas” sino quizás por sus bienes, por la fama que alcancen.
Pidamos al Señor que para las parroquias, en los cenáculos diocesanos nos conceda lo que indica San Pablo: “Tengan ustedes los sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2, 5ss): es decir, “sentir compasión, misericordia y amor” por nuestros hermanos ovejas dispersas.
De lo contrario nos asalta el cansancio, la tentación de la “comodidad y la pereza” decía el Papa Francisco a muchos sacedotes y religiosas en Paraguay hace varios días. Que no falten “pastores auténticos” que “no se cansen de hacer el bien” como dice San Pablo (2Tes 3, 1ss).
De modo que más allá del activismo, de la búsqueda de la fama o del aplauso personal, se tenga la “misericordia” que nos lleve a todos a servir infatigablemente o más bien “con todo y la fatiga” para imitar a Cristo Pastor bueno y entregado.
Con tanta razón podrían aquellas gentes a las que se puso predicar de nuevo, sentir su entrega y disponibilidad y decir ellas mismas lo que canta hoy el Salmo 22: “El Señor es mi pastor, nada me falta”.
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