Monseñor Palma - Mensaje Pastoral

Elecciones: todo lo oculto quedará al descubierto

Monseñor Víctor Hugo Palma

La Buena Noticia del XII Domingo del Tiempo Ordinario contiene una de las frases más enigmáticas de Cristo en referencia a sus discípulos: “Porque todo lo que esté escondido se descubrirá, y todo lo que se mantenga en secreto llegará a conocerse” (Mateo 10, 26 ss).

Cierto, pues algunos piensan que se refiere a que los pecados ocultos serán proyectados en una pantalla gigante en las sesiones del Juicio Final (¡!). Más bien, se refiere el Señor a que la identidad cristiana no puede perder su ser luz del mundo, sal de la tierra y levadura del Reino, en cuanto a la no separación de lo que se cree y lo que se vive.

A las puertas de las elecciones generales se recuerda que es allí donde se ejerce no solamente un derecho ciudadano de voto, voto nulo, en blanco, etc., sino sobre todo el derecho/deber de un voto consciente, realizado según la razón, el juicio correcto y los valores universales, así como conciencia cristiana, sin caer en el triste fundamentalismo/mesianismo bíblicos que solo arruina el verdadero rostro de la fe.

Lo dice el mensaje de la Conferencia Episcopal: “Los cristianos —especialmente los laicos— deben aportar valores cristianos al mundo social, político y económico de nuestro tiempo. Esta es la misión que se les confía. Su acción no puede limitarse a acciones intraeclesiales sin un compromiso real de aplicación del Evangelio a la transformación de la sociedad” (cfr. papa Francisco, encíclica La alegría del Evangelio, 102). Así, la fe relegada por el laicismo a la esfera de la “privacy”, como si fuera una opinión más en el panorama subjetivo y emotivo, populista y al final, contrario a la vida, tiene en cambio la misión de ser “lámpara colocada en lo más alto de la casa” para iluminar a todos. El testimonio cristiano en este como en otros ámbitos no fácil, suele traer la indiferencia excluyente, la persecución mortal. Pero el Señor es claro: “No teman a lo que mata el cuerpo, teman más bien a quien puede arrojar alma y cuerpo al lugar del castigo”.

¿Otro enigma? No. El miedo a la pérdida de la vida por los valores el Reino de Dios no es lo mismo que el “santo temor” a Dios, ante quien sí se puede perder todo: esta y la próxima vida.

Así,

a) Al elegir autoridades, se descubre no solo lo que los infinitos procesos de unos contra otros quieren “poner al descubierto” para descalificarse, sino también la calidad de los electores, quienes manifestarán votando, o sus mezquinos intereses personales o de grupo, o el deseo del bien común.

b) Ese “bien común” no lo da ni el comunismo aberrante y sus derivados de ideología de género o revueltas sociales destinadas al fracaso de sus dictaduras, como tampoco el “capitalismo salvaje” –término usado para el liberalismo extremo donde solo importa la ganancia—, (ya criticado por san Juan Pablo II —Encíclica «A los cien años», 45 ss—. 3) Lo que es “políticamente correcto para ganar” —estrategias, alianzas— no siempre es “éticamente correcto” y es en el ejercicio del voto donde la buena conciencia es la protagonista ideal.

Ello descubrirá, ojalá, que la fe no puede ocultarse, pues ella no “impone mesías”, sino señala al campo más olvidado en estos tiempos de inteligencia artificial —por si la natural no basta— la persona humana, su destino no solo material sino trascendente, el “otro”, quien, aunque extraño en el camino, se descubre como hermano (cf. papa Francisco, encíclica Todos hermanos, 54) y en el nombre de ese hermano, tal vez sin nacer, se ejerce el voto consciente.

El Señor ilumine las conciencias de los votantes y la patrona de Guatemala interceda por la paz y sabiduría de los futuros gobernantes.

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