Según la teología católica, contrariamente a lo que sucede con los alimentos comunes, donde lo comido se hace parte del cuerpo humano, la comunión eucarística con el Cuerpo y Sangre de Cristo “hacen a quien lo recibe ser parte del Resucitado” (Cardenal Raniero Cantalamessa O.F.M.Cap. 08 marzo 2024); o sea, da acceso “a la vida eterna”, uniendo a Aquel que la tiene plenamente (Romanos 5 y 6).
En efecto, se recibe al Resucitado en su forma sacramental, comida sin la cual no se tiene la “vida eterna”. La existencia nueva en Cristo, ahora y luego vida después de la muerte física: “Si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tienen vida en ustedes” (Juan 6, 54). Con el Congreso Eucarístico Nacional 2024 “Yo soy el Pan de Vida”, cuyo momento culminante es precisamente hoy, Quetzaltenango, lugar de la primera eucaristía y las diócesis guatemaltecas celebran en acción de gracias los 500 años en los que, incluso con persecuciones, martirio de sacerdotes y catequistas, incremento del abandono de la eucaristía, ella no ha dejado de celebrarse en templos hermosos, en lugares modestos, incluso al descampado, pero siempre con la certeza de esa “presencia real” que el mismo Martín Lutero afirmaba e insistía, sin poder luego explicarla, en la reunión de Marburgo (1529).
En su mensaje a Guatemala para esta ocasión, el papa Francisco propone un camino eclesial, pues la eucaristía es un don, pero también una tarea:
1) “Eucaristizar”, al llevar la “buena noticia” de la presencia viva y “vivificante” del Sacramentado. Si la Palabra de Dios es “pan”, ella se une al pan eucarístico. La caída del número de quienes “comulgan” se debe a la profusión del error de que solo vale el “mensaje” de la Biblia y no el sacramento, pero también a la profunda y soberbia soledad atea actual. Cierto, hay que preocuparse de las crisis alimentarias y la desnutrición, sin olvidar algo que no se opone a dicho interés, sino que lo impulsa: “No solo de pan vive el hombre, sino de la palabra que sale de la boca de Dios” (Deuteronomio 8, 3), palabra que es pan en la carne y sangre del Hijo del hombre (Juan 6, 41-53).
2) “Eucaristizar” es llevar la vida cristiana del camino sinodal de la Iglesia:
a) Comunión con apertura y caridad sin encierros en grupos excluyentes (Papa Francisco 26 septiembre 2021 y 29 junio 2024).
b) Participación para extender el Reino de Dios, que al final no progresa sin la Gracia, pero que incluye la colaboración de todos “en camino común”, invitando especialmente a los jóvenes a “salir de un mundo privado digital” y formar comunidad presencial para tener un solo corazón y una sola alma (San Agustín, PL 32, 1378).
c) “Eucaristizar” sin condenar de lejos, sino con escucha y ayuda en todas las dimensiones de la vida: “del pan de la Eucaristía al recuerdo del pan cotidiano que falta a muchos” (San Juan Pablo II, “Quédate con nosotros” 07 octubre 2004). Pasar de la contemplación de las horas santas a la acción de la misión por los caminos de la humanidad.
Con mucha gratitud hacia todas las diócesis, parroquias, movimientos laicales, seminarios, vida religiosa, se pide a Jesús Sacramentado que dé la paz a los ambientes violentos de Guatemala, anime la solidaridad para con las víctimas del cambio climático, sane la indiferencia, suscite la fe en su presencia real, conceda aumento de vocaciones sacerdotales y premie con la gloria a los miles de ministros extraordinarios de la comunión. Que movidos por la “esperanza que no defrauda” (Romanos 5, 5; papa Francisco, Mensaje) en el Santísimo Sacramento, Él sea por 500 y muchos años más la referencia viva de la caridad, de la unidad y de la misión.
Con María, mujer eucarística y con la hermosa exclamación de tantos millones de chapines: ¡Infinitamente sea alabado, mi Jesús Sacramentado!
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