En la primera lectura, escuchamos cómo la personificación de la sabiduría que invita a su casa a comer un banquete que consiste en beber el vino y el pan preparados por la misma sabiduría. Recordemos que la sabiduría es Dios mismo, es más, es la Palabra de Dios que es Cristo. Cristo mismo es la sabiduría. Pero veamos cómo es este banquete:
- Este banquete es gratuito porque la misma Sabiduría manda a llamar a quienquiera comer.
- Además para comer hay que ser sencillo, dejar la ignorancia y caminar en prudencia.
Y en el Evangelio de San Juan, Cristo continúa afirmando, no de una manera figurada, sino real y verdadera la importancia que tiene comer el pan que es su cuerpo para tener la vida eterna. Aclara que todos tienen esta vida temporal, pero el que coma su cuerpo vivirá eternamente.
Recordemos que estamos prácticamente culminando este discurso que Cristo mismo realiza en torno al tema del comer su cuerpo y beber su sangre. Por ello podemos decir que la Eucaristía es como un banquete, precisamente eso es la Misa, un banquete especia y único, porque el pan de la palabra y la Eucaristía, se convierten en un solo alimento que es Jesús, Aquél que nos da la vida eterna. Pero como lo afirma el Papa Francisco “no solamente es un banquete, la celebración eucarística es precisamente el memorial de la Pascua de Jesús, el misterio central de la salvación. “Memorial” no significa sólo un recuerdo, un simple recuerdo, sino que quiere decir que cada vez que celebramos este sacramento participamos en el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. (Actualización de la salvación de Cristo y postergación para la eternidad)”. Por eso la celebrar, comulgar la Eucaristía es comer a Cristo vivo y presente en su Cuerpo y Sangre.
Cristo nos está hablando de un misterio único en la historia, Él se ha hecho alimento para todos, pan partido para todos. Porque el alimento, si es importante para la vida física, el alimento que es Cristo, lo es aún más para la vida espiritual. Pero ¿Cómo puede Cristo darnos de comer su Cuerpo?
Hay que entender y recordar que hizo Cristo en la última cena: “tomó pan y dijo esto es mi cuerpo y esta es mi sangre” A esta conversión del pan en el Cuerpo y del vino en la Sangre de Cristo, la Iglesia le ha llamado transubstanciación; que significa que la sustancia, lo más profundo del ser del pan y del vino ha dejado de serlo y se han convertido en el Cuerpo y Sangre de Cristo, aún con los accidentes de pan y vino. Un ejemplo nos podría ayudar a entender este misterio:
Primero hay que saber qué es la transubstanciación, pues no es lo mismo que la transformación. Pues al hablar de transformación se habla precisamente de un cambio realizado en los aspectos accidentales, externos o calificativos de algo o alguien. Por ejemplo: cuando las personas van creciendo y a cierta edad se encuentra a un amigo de la infancia, ambos se diran “cómo has cambiado, te has transformado” sin embargo se refieren a lo externo, a sus características visibles, pero no así a su sustancia que es ser persona, pues lo sigue siendo siempre. En cambio en la transubstanciación del pan y el vino ocurre lo contrario, los accidentes de pan y vino continúan, cambia la sustancia, porque aunque veamos pan y vino, la sustancia es el Cuerpo y Sangre de Cristo, pues el mismo lo dijo: “esto es mi Cuerpo y esta es mi Sangre”. En fin, esto debe ayudarnos a comprender este misterio pero también a reconocer que nunca vamos a entender todo el valor de la Eucaristía.
Algunos frutos que nos señalan que estamos viviendo bien la Eucaristía:
- La comunión con Dios: Así le decimos también al a Eucaristía “comunión” porque nos hacemos uno en el Cuerpo místico de Cristo que es la Iglesia, nos hacemos uno con todos.
- La comunión con los Hermanos
- Compartir el pan material
- Sentirse perdonados perdonar
- Aumentar la esperanza y confianza en sus Palabras “el que coma de este pan vivirá para siempre”
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