Queridos hermanos y hermanas:
Los domingos anteriores, la Palabra de Dios nos ha invitado a contemplar el “misterio del Reino de Dios”; comienza con la Palabra misma que “toca nuestro corazón” cuando la escuchamos y cuando le damos diferentes respuestas.
Así, hay una cierta mezcla de “bien y de mal” en el mundo pero también dentro de la comunidad eclesial (como la mezcla del trigo y la cizaña). Todo ello nos invita, hoy especialmente, a “tener sabiduría”, es decir, hacer opciones que sean propias de quien quiere vivir en verdad el Reino de Dios”. Solo con ese don de sabiduría evitaremos la desesperación, la falta de fe, la duda, en nuestro camino de vida en Cristo.
La primera lectura presenta al rey Salomón, aquel que prefiere el don de la sabiduría divina: ¡una opción tan diferente a nuestro mundo actual, tanto en adultos como en jóvenes, dominados por el materialismo!. “Una característica el joven de hoy no deja de ser el temor al fracaso material” dice el Documento preparatorio a la Jornada Mundial de la Juventud 2019.
La verdadera sabiduría, la que pedimos a Dios para todos, especialmente los jóvenes, es tan diferente a la predicada por las sectas fundamentalistas donde esa sabiduría se convierte en mera estrategia para el enriquecimiento material. El don que pide Salomón es el poder tener siempre la voluntad de Dios y sus caminos como la senda para la felicidad y el “éxito” profundo, en las relaciones para con la familia, con la sociedad, para consigo mismo.
Como bien sabemos, sin embargo, Salomón aunque tuvo tanta sabiduría que hasta la Reina de Saba venía a visitarlo (2 Crónicas 9,1ss) pero con el tiempo se “apartó de los caminos de Dios” y se dejó llevar por las pasiones. ¡Con tanta razón el salmo responsorial proclama: “Yo amo, Señor, tus mandamientos”!.
La sabiduría consiste en encontrar en los mandamientos del Señor no imposiciones y límites a la libertad, sino el verdadero camino de la felicidad. Los que son verdaderamente sabios, como los santos y santas de la historia de la Iglesia, son quienes “aman” la Ley del Señor porque en ella descubren el camino del bien y la felicidad perdurables.
Pero es Cristo, Maestro de la comunidad, quien a través de una comparación nos invita a “buscar, recibir y vivir el don de la sabiduría” como opciones de vida, como un padre de familia que “sabe escoger” entre lo útil y lo inútil, ¡como cada uno está invitado a rechazar la vanidad, el orgullo, el vicio, la mentira, y cultivar en cambio la humildad, la sencillez, la honradez y la verdad!.
Que nuestra familia sea una “escuela de sabiduría” donde se enseñe a los más jóvenes a “ser mejores” en lugar de simplemente “tener cosas mejores”. En un mundo de “muchos conocimientos” pero de poca sabiduría para guiar la vida por los caminos del Señor, invoquemos con María Trono de la Sabiduría, este don fundamental del Espíritu Santo, y así “seguir al Espíritu, antes que a la carne” (Rm 8, 1ss) en las cosas de todos los días.
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