Reflexión, Domingo XIV Tiempo Ordinario

Este domingo, la liturgia nos invita a ver en Jesús la figura de un Rey, pero no como los reyes de este mundo, porque Jesús es un Rey diferente, un Rey que reina desde la humildad, desde el amor.

1ª. Lectura: Zacarías 9, 9-10

Esta lectura nos invita a reflexionar sobre algunas características del Rey prometido a Jerusalén, el cual será: justo, victorioso y humilde. Hoy en día cuánta falta hacen esas virtudes a quienes nos gobiernan. Nuestra sociedad reclama justicia y humildad en quienes gobiernan y una victoria sobre los males de este mundo, como lo es la corrupción, tan extendida en todos los niveles sociales de nuestro país, cuánta falta hace un rey como el que Zacarías profetiza, un rey que sea instrumento de la paz. Pero este Rey ha llegado, es Jesús que está con nosotros, por eso en Él encontramos al Rey más humilde que ha reinado sobre la tierra.

Cada cristiano está llamado a presentarse también ante los demás como este gran rey:

  • Con humildad: es decir reconociendo a todos como hermanos a quienes servir, nunca un rival o enemigo.
  • Como constructor de la paz: rompiendo todo instrumento de guerra, odio o rencor.
  • Como portador de la alegría: porque este rey ya ha venido y es el Emmanuel, la perfecta alegría.

Evangelio: Mateo 11, 25-30

La invitación del Evangelio para este domingo, se enlaza perfectamente con la primera lectura. De acuerdo a la vida del mismo Jesús, éste nos invita a:

  • Cultivar y vivir la pobreza de espíritu y la humildad como lo hizo Jesús, que es manso y humilde de corazón.
  • A nunca sentirnos sabios o entendidos en este mundo, pues siempre habrá misterios que Dios revela sólo a los verdaderos pobres en el espíritu (aquellos que reconocen su pequeñez ante Dios).
  • Tener la confianza de ir hacia Jesús, pues su yugo es suave y su carga ligera.

Ayúdanos Señor, a que nunca vivamos según el desorden egoísta de nuestros deseos, sino conforme tú Espíritu. A que siempre nos abajemos para servir a los demás, como lo hace el agua (San Francisco) que nunca busca subir o escalar, sino solo bajar y dar vida. ¡Danos Señor un corazón humilde!

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