La primera lectura del profeta Jeremías, en este domingo, señala la condena de aquellos falsos pastores del pueblo de Israel cuyo pecado es “dispersar y dejar perecer a las ovejas del rebaño, no cuidarlas”. (pensemos en las autoridades del pueblo y también los sacerdotes de entonces que tenían al pueblo sumido en la pobreza y la injusticia). Además, el profeta proclama el castigo de Dios sobre estos malos pastores y anuncia que él mismo reunirá el resto de las ovejas dispersas para pastorearlas dignamente. Hoy también vemos cómo hay falsos pastores, no solo en el mundo religioso sino en lo político y social.
Pero hay palabras de esperanza en Jeremías, porque Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de pastores que lo congreguen y lo guíen: “Pondré al frente de ellas (o sea, de mis ovejas) Pastores que las apacienten, y nunca más estarán medrosas ni asustadas” (Jr 23,4).
Jesucristo es el cumplimiento de la profecía de Jeremías: La Iglesia, Pueblo de Dios, experimenta siempre el cumplimiento de este anuncio profético y, con alegría, da continuamente gracias al Señor. Sabe que Jesucristo mismo es el cumplimiento vivo, supremo y definitivo de la promesa de Dios: “Yo soy el buen Pastor” (Jn 10,11). Él, “el gran Pastor de las ovejas” (Hb 13,20), que encomienda a los apóstoles y a sus sucesores el ministerio de apacentar la grey de Dios (cfr Jn 21,15ss.; 1 P 5,2)» (San Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, n. 1).
Por eso al rezar el salmo de hoy (Sal 22): El Señor es mi pastor nada me faltará. Nos llena de alegría saber que podemos confiar en alguien. Porque hoy todo lo humano prácticamente nos ha fallado: nos falló la política (corrupción), la economía (pobreza e inequidad), hasta la antropología (tema del género)… no digamos la ecología (estamos destruyendo nuestro mundo) es decir como humanos hemos fallado, hemos sido malos pastores de la humanidad. Sin embargo el salmo nos invita a confiar en Dios como el único que puede conducirnos hacia fuentes tranquilas.
Finalmente en el Evangelio de San Marcos, contemplamos el regreso de los discípulos después de la misión, cansados pero alegres, satisfechos de hacer lo que él les mandó hacer. ¿Nosotros cuando venimos hoy a la casa del Padre, a su presencia cómo hemos regresado después de ocho días de misión en casa? ¿Estas satisfecho por lo que esta semana realizaste? ¿Has hecho lo que deberías hacer?
Es entonces cuando Jesús, sabiendo del cansancio de los discípulos, de nuestro cansancio, nos invita a descansar. Y sin embargo al contemplar a la multitud de gente que lo sigue se presenta como modelo de entrega total. Porque sintió compasión de ellos porque estaban como ovejas sin pastor.
Jesús es nuestro pastor, el que nos mira con amor, el que siente compasión de nosotros y nos consuela, nos cuida, nos anima a seguir adelante. Porque le mueve su corazón misericordioso, porque sabe que estamos siendo mal pastoreados. Y acá vale la pena detenernos a pensar quienes son los que pastorean hoy nuestro mundo (tomado de Misal 2015, Buena Prensa) :
- Nos pastorean los medios de comunicación social… porque todos pensamos como piensa el mundo: que la felicidad consiste en tener esto y lo otro…
- Nos pastorea el Facebook, las amistades virtuales y desconocidas…
- La música actual y repetimos las canciones aunque vayan contra nuestra fe y vida cristiana.
- La moda, nos vestimos igual que tal artista… aunque atente contra nuestro cuerpo…. Queremos ser tal como…
- La radio o televisión, porque pasamos horas delante de programas que no estimulan una vida cristiana, al contrario la destruyen, infundiendo el relativismo moral…
Jesús compadécete de nosotros, porque nos hemos dispersado, como ovejas sin pastor, que sepamos elegirte, como nuestro único y compasivo pastor.
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