En medio del preocupante conflicto entre Rusia y Ucrania y del innegable repunte de la violencia delincuencial en todo el país, como en el resto de un mundo, inquieto de manifestaciones y choques sociales, en la Buena Noticia de mañana, Cristo inicia sus instrucciones de envío misionero pidiendo que se salude con la Paz en cada casa y que si hay gente de paz, ese bien anhelado por la humanidad se realizará.
Es decir, mientras la Paz es un don de Dios, se pide el compromiso humano por construirla, sobre todo a través de la justicia, su semilla más segura (cf. Isaías 32, 17). La tarea de la educación en la paz y el perdón ha sido parte de la propuesta del Papa Francisco en el culmen del Año de la Familia (26 jun 2022).
Esta correspondencia entre el don divino y la tarea humana de la paz, deja claro un esfuerzo que compete a todos, pero que en ciertas zonas del país es más urgente, como en el caso de la costa sur, donde como en toda la nación, ya se calientan los motores eleccionarios 2023.
En la tarea de las Familias e Iglesias se imponen varios llamados:
1) A la conversión de quienes causan el crimen organizado, el narcotráfico —que llena regiones enteras— y la delincuencia común, recordar la Ley de Dios escrita en sus corazones: “No matarás” (Éxodo 20, 13). Las cosas, el amor al dinero, la avaricia y la ambición no valen nunca la vida de las personas y atentar contra sus bienes es también contrario a la voluntad de Dios (Éxodo 20,17). Si en la Familia no se hace oración, solo se habla de dinero, esa familia contribuye a perpetuar el origen de todos los males: “el amor al dinero” (1 Timoteo 6, 10);
2) A la exigencia de la acción debida, por parte de las fuerzas de seguridad, pero también de parte de las organizaciones municipales y locales. A la autoridad se debe consideración, colaboración y respeto, incluso oración (1 Timoteo 2, 2), pero, lastimosamente, muchas de ellas están permeadas del narcotráfico y de la asociación para delinquir. Es penosa la poca provisión de medios adecuados para combatir la delincuencia, pero es peor la reprochable conducta de ser parte de ella, causando más desconfianza en una población, que más bien debería sentirse protegida, como es su derecho;
3) A la educación en valores morales, sobre todo en el de la paz, en la no violencia intrafamiliar, en la justicia y el perdón. “La familia debe ser escuela de valores éticos, entre ellos la superación del materialismo y del egoísmo” (Papa Francisco, 09 mayo 2019). Es importante recordar que la delincuencia, es fruto seguro de hogares desintegrados y violentos, como tristemente exponen los medios de comunicación. Si la familia es atacada con la amenaza del derecho al aborto, etc. también lo es por la inseguridad, la pobreza que causa migración y por los modelos antifamilia que promueven la televisión y el cine;
4) A evitar dos tentaciones:
a) Hacer justicia por la propia mano, donde se pueden cometer errores irreparables castigando a quien no lo merece;
b) Caer en la trampa de una “política de seguridad”, especialmente en estos momentos donde “ya ha iniciado el llamado de adeptos a los partidos políticos” que ofrecen mano dura, aprovechando —tal vez causando por ellos mismos— el clima de temor ciudadano. Al final, las soluciones pueden ser peores que la enfermedad. Los encargados de la seguridad deben cumplir su deber sin esperar redenciones que a la violencia añaden más violencia;
5) A dar culto verdadero a Dios, recordando que la Fe cristiana no solo implora la bendición divina, sino que se compromete con la vida y la justicia. Que las celebraciones de todos los cultos no sean mezclas de propaganda política y aparente oración, según está dicho por el mismo Señor: “Den al César lo que es del César y Dios lo que es de Dios” (Mateo 22, 21).
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