Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
Hemos comenzado la Santa Cuaresma: el tiempo de cuarenta días, que anualmente nos propone la Iglesia Católica nuestra Madre y Maestra, para que “renovemos nuestra vida” mediante la Gracia que Dios quiere darnos.
El Papa Francisco nos recuerda que se trata de un tiempo para retomar el camino del bien, alejándonos del mal, y volver a la Casa del Padre Bueno que nos ama y espera. Para ello es necesario vivir algo que no es fácil: el “arrepentimiento”: es decir, el aceptar que nuestra vida no está bien, que hemos fallado, que sufrimos por nuestros vicios, desviaciones y maldades, y que hacemos sufrir a otros, especialmente en medio de nuestra familia.
Hoy se nos habla de “dos cuaresmas”: dos tiempos de cuarenta días que fueron vividos en fidelidad a Dios y tuvieron por recompensa la vida y la paz: en la primera lectura, una familia, la de Noé (cuyo nombre quiere decir “quietud, reposo”) logra salir de un mundo destruido por el Diluvio, el castigo que Dios envió a la maldad que cubría la tierra. Esa familia encuentra “la paz” luego de cuarenta días de tormento para el mundo: ellos supieron “subir al arca” y creyendo en la palabra de Dios, sobrevivieron donde muchos otros murieron.
Por eso Dios les da una “nueva creación”: un mundo libre de la mancha del pecado, que tiene el signo del arcoiris, señal de una nueva relación con Dios. En el Evangelio, otro personaje “sale de los cuarenta días de la prueba en el desierto”: es Jesús, que como un nuevo Noé “vivía entre los animales y los ángeles le servían”. Fueron los días de la “primera cuaresma cristiana”: como Jesús, en estos días estamos invitados a “soportar las tentaciones del mal”, de resistir a las llamadas del Demonio que no son pocas en Escuintla:
- La violencia deshumanizante que nos llama a “ser vengativos”;
- El vicio que abunda en todas las zonas costeras de los países pero que no puede ser aceptado pasivamente por los cristianos;
- La pereza espiritual: vivir años alejados de Dios, como si él no existiera.
Por ello, en la Palabra de Dios, Aquel que vivió esa primera cuaresma y salió triunfante, como la familia de Noé del arca luego de los cuarenta días del Diluvio, el mismo Jesús nos dice: el “tiempo se ha cumplido”, es decir, hoy es el día de la salvación: ¡no dejemos la conversión de los pecados para el año entrante!.
Él nos dice que el Reino de Dios está cerca: Él mismo es el Reino del bien, la verdad, la justicia, la paz que se nos ofrece y “siempre está cerca”. El nos dice las palabras que nos dijo el sacerdote el Miércoles de Ceniza: “conviértanse y crean en el Evangelio”: ¿Aprovecharemos nosotros esta Cuaresma para regresar al bien? ¿Viviremos como Cristo y como Noé, haciendo la voluntad de Dios antes que la de del mundo?.
Pidamos al Señor lo que dice el Salmo responsorial de ese domingo: “Descúbrenos, Señor, tus caminos en Escuintla”, para que pasemos de una sociedad de violencia a la paz, de familias divididas a familias unidas en el amor cristiano, del odio al perdón, de la perdición a la vida de los hijos de Dios.
Cristo camina delante de nosotros, y nos acompaña María, que nos dice “Hagan lo que él les dice”, o sea: “Conviértanse y crean el en Evangelio”.
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