Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre del Señor
Queridos hermanos:
Celebramos hoy una de las Solemnidades más importantes y queridas del Pueblo de Dios en la Iglesia Católica, Cristo el Señor está verdaderamente presente con su cuerpo, alma sangre y divinidad en la Santísima Eucaristía; como el pueblo de Israel caminó por el desierto alimentado por el maná que caía del cielo, así nosotros “caminamos acompañados y alimentados por el Señor, ¡no dudemos de su presencia real y de su gran amor presentes en el Santísimo Sacramento!.
La Palabra de Dios nos instruye hoy extraordinariamente:
- Como el pueblo de Israel al pie del monte Sinaí celebró un “pacto de vida con el Señor” y tuvo un sacrificio y banquete, también nosotros tenemos en la Santísima Eucaristía “el banquete de la nuev alianza, del “Nuevo Testamento”. Allá se dio una ley famosa, los Diez Mandamientos, a nosotros se nos ha dado un “Mandamiento Nuevo” (Jn 13, 34ss), es el mandamiento del amor, cuyo cumplimiento hace necesario el alimento del “amor de los amores” la Santísima Eucaristía;
- El autor de la Carta a los Hebreos nos recuerda que “Cristo es Sumo y Eterno Sacerdote, así como los sacerdotes antiguos entraban al templo y ofrecían el sacrificio por los pecados, nuestro Nuevo Sacerdote “entró en en templo del cielo de una vez para siempre” y se ofreció a sí mismo; ¡leamos bien la Escritura, no como el error del Protestantismo que no acepta que Cristo sea Sacerdote y por ello no acepta el Sacrificio de la Nueva Alianza, la Sagrada Eucaristía!,
- En la Última Cena Cristo claramente instituye el Sacramento Eucarístico, toma el cáliz y declara que “es el cáliz de su sangre, sangre de la nueva alianza”, luego toma el pan “y afirma que ese pan es su cuerpo entregado por la salvación del mundo”, ¡lamentemos que tantos hermanos llamados “evangélicos” en el fondo no lo son porque no leen bien el Evangelio y se pierden el Gran Sacramento, que es la fuente de la vida cristiana; ¡la Iglesia verdadera vive de la Eucaristía! (Papa emérito Benedicto XVI).
Por todo ello en la Celebración del Cuerpo y la Sangre del Señor hay tres momentos: la Santa Misa, la Procesión con el Santísimo Sacramento por nuestras calles para santificarlas, la Adoración y Bendición Eucarísticas.
Pero todo ello también significa un hermoso compromiso:
- 1) Venerar y recibir el Cuerpo del Señor en la Santa Comunión, haciendo todo lo posible para que no nos falte, no es lo mismo quedarnos en el Pan de la Palabra (como sucede entre los no católicos) que tener el “banquete completo” con la Palabra y la Eucaristía; ¡invitemos a tantos hermanos que han dejado la Fe Católica a reconocer esta gran verdad: sin Eucaristía no hay Iglesia! y recibir el Santísimo implica antes el Sacramento de la Reconciliación, la Santa Confesión;
- 2) La procesión con el Santísimo nos recuerda que somos una Iglesia en camino y que nuestro caminar es de una “Iglesia en salida” para llevar el mundo la presencia del Señor, mediante la misión: ¡no es posible la misión sin la adoración al Señor presente en la Eucaristía!;
- 3) Pero también recordamos que “el Pan bajado del cielo nos remite a aquellos a los que falta todo pan, tambièn el pan material” (San Juan Pablo II).
Vivamos pues esta solemne y hermosa fiesta, orando por aquellos que se la pierden, llevando como María en su seno santísimo, la presencia real del Señor para la salvación del mundo.
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