Evitemos el orgullo, practiquemos el desinterés

Queridos hermanos:

Una de las enseñanzas más importantes de la Palabra de Dios es la llamada “inversión de las situaciones”, el Dios verdadero es aquel que pone sus ojos en el humilde de corazón, como bien lo dice el Apóstol Santiago en su Carta: “El Señor resiste a los soberbios pero da su gracia a los humildes”. ¡Vivamos pues, en actitud de humildad en nuestra relación con Dios y los hermanos, para tener la gracia de ser como Cristo que “se humilló a sí mismo hasta la muerte de cruz”! (cf. Fil 2, 8s).

Naturalmente, la humildad no es un “complejo de inferioridad” como diría una mala psicología… tampoco es la negación de todas las potencialidades de la persona –capacidades, destrezas, valores, etc.- sino es precisamente “la verdad de lo que somos ante Dios y los hermanos”.

La primera lectura contiene la voz de un padre que advierte a su hijo diciendo: “No hay remedio para el orgulloso”. ¡Cuántas familias, empresas, naciones se arruinan por la soberbia de quienes deberían buscar la verdad de su ser, servidores y no dueños de los demás!.

El mismo Dios –el de Jesucristo, claro- no es un “Dios de portentos, de potencia arrolladora” sino de cercanía, de misericordia, así lo dice la Carta a los Hebreos, los cristianos no se han acercado a los temores del Sinaí sino al Dios de Cristo, cercano y capaz de “acercarse él mismo a los pecadores”.

Pero por sobre todo, la humildad es una virtud “social”, es decir, se ejerce en la relación diaria con los demás. Por ello en el Evangelio Cristo pide “no buscar los primeros lugares” –tentación muy corriente incluso en la comunidad del “Hijo de Dios, humilde carpintero”-:

  1. Cristo pide la humildad de quien se reconoce “no digno de los primeros lugares”, es decir, no solo una norma de educación al sentarse a la mesa, sino una actitud de corazón, ¡imitemos a los santos y santas de la comunidad eclesial, siempre practicaron esa humildad que los hizo agradables a Dios!;
  2. Pero el Señor añade otra importante característica de la verdadera fe cristiana, el desinterés que lleva a la práctica de la caridad, de la solidaridad, etc. “por amor y no para recibir compensaciones” de ninguna clase, materiales o sociales, ¡cuántas veces disfrazamos nuestros intereses como “favores” y hacemos de la caridad una propaganda!.

Papa Francisco llama la atención al verdadero desinterés como una de las claves de un mundo verdaderamente nuevo, de una economía centrada en el persona, de una acción misericordiosa al “estilo de Dios y de sus hijos verdaderos”.

Que el inicio del mes patrio y mes de la Biblia nos encuentre humildes y desinteresados para vivir una “Guatemala distinta” fraterna y abierta al bien integral de los demás.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma

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