Homilía 6to. domingo del Tiempo Ordinario

Para este domingo, la primera lectura del libro de Levítico, presenta una escena donde se establecen algunas marginaciones para quien sufría lepra:

  1. Ante todo debía soportar la enfermedad de lepra que era como morir en vida.
  2. La expulsión de la comunidad (morir socialmente) el dolor espiritual de estar solo, de ser expuesto al abandono. Es estar marginado… nosotros también podemos caer en marginación… Cuando clasificamos a las personas en puras e impuras…
  3. A su paso debía gritar ¡soy leproso! (morir psicológicamente)

Recordemos además que el pueblo judío pensaba que la enfermedad era vista como un castigo de Dios, que era consecuencia de las acciones de la misma persona; cosa que no es así, porque la enfermedad es una condición de todo ser humano.

Pero aparte de la lepra, hay otra enfermedad que ataca a todo ser humano: el pecado. Por eso hoy el salmista nos invita a revisar también nuestro interior para: a) Reconocer nuestra culpa ante personalmente, es decir ser humildes y decirle al Señor he pecado… hacer el examen de conciencia.  b) Confesar nuestro pecado ( aprovechemos que nos acercamos a la cuaresma tiempo de penitencia y reconciliación), c) Alegrarnos de que Dios nos da su perdón.

El Evangelio es la escena de un leproso que se acerca a Jesús a pedirle su curación. Es la historia de un enfermo con fe y del Divino Médico que sana. Veamos la actitud del enfermo:

  1. Se le acercó a Jesús un leproso: nadie puede curarse si no va libremente al médico. Por eso el primer acto de fe es acercarse a Dios pidiendo ayuda y confiando en su voluntad. Aunque a veces no nos gusta la medicina, la receta a veces no la cumplimos. Recordemos ir a Jesús, no a los tres picachos, o a Samayac… o a la mesa blanca…
  2. Se puso de rodillas y le dijo: «Si quieres puedes curarme». El leproso se puso en las manos del Señor… no se impuso, sino invocó la voluntad del Señor… es difícil aceptar muchas veces la voluntad de Dios. Hoy encontramos muchas veces una falta de respeto contra Dios cuando imponemos nuestra voluntad a la de Él, pidiéndole curaciones sin aceptar su voluntad.
  3. Jesús no margina a las personas… para él todos son sus hermanos, hijos de Dios… ¿Qué hizo Jesús? se compadeció de él, y extendiendo la mano lo tocó y le dijo ¡SÍ QUIERO, SANA! Porque él es el Médico Divino que puede y quiere que todos estén sanos.
  4. Jesús pide silencio, porque se puede confundir a Dios con una máquina de milagros… un error grande que se ha hecho ahora con tantos que presumen hacer milagros: Pare de sufrir… no olvidemos que sólo Dios puede curar. Hoy hasta en la televisión existen shows religiosos: las noches de milagros, de gloria… etc. como si Dios fuera un máquina dispensadora de milagros a diestra y siniestra. Recordemos que Dios no quiere que le sigamos por interés, pues eso no es demostrar amor a Dios que es un PADRE y nosotros somos HIJOS… a Él le debemos seguir no por los muchos milagros que haga en nuestras vidas (aunque puede hacerlos si es su voluntad) pero hemos de seguirle porque es nuestro PADRE.
  5. Finalmente, el leproso quedó limpio… ¿Cómo se sentiría el leproso? agradecido… y esa historia se repite, porque nosotros venimos a la Eucaristía que significa: acción de gracias… porque fuimos curados por la sangre de Cristo, es decir nosotros somos ese leproso que ahora da gracias a Dios.

No olvidemos que el tiempo de la enfermedad puede ser un tiempo de tentación, porque el mal aprovecha tu debilidad para sembrar la semilla de la cizaña y alejarte de Dios… aprovechemos más bien la enfermedad para acercarnos a Dios, hacer más oración, y contemplar el crucifijo, porque Cristo, el Hijo de Dios también sufrió y permaneció en la cruz por nuestra salvación.

A María que a quien saludamos en las letanías como Salud de los enfermos, y quien conoció también el dolor, pues una espada le atravesó el alma… le encomendamos a todos aquellos que sufren para que se acerquen a Jesús el Divino Médico y Él les conceda la salud de cuerpo y alma, según su voluntad. Amén.

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