Homilía Tercer Domingo de Cuaresma

En este tercer domingo de cuaresma, continuamos nuestro camino de preparación para la Pascua del Señor. En efecto, la cuaresma es un ejercicio de preparación interior que ha de llevarnos a la purificación de nuestros corazones y quitar las manchas de pecado.

En la primera lectura encontramos los mandamientos:

  • «Yo soy el Señor, tu Dios…
  • No tendrás otros dioses frente a mí…
  • No pronunciarás el nombre del Señor, tu Dios, en falso.
  • Porque no dejará el Señor impune a quien pronuncie su nombre en falso.
  • Fíjate en el sábado para santificarlo…
  • Honra a tu padre y a tu madre: así prolongarás tus días en la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar.
  • No matarás.
  • No cometerás adulterio.
  • No robarás.
  • No darás testimonio falso contra tu prójimo.
  • No codiciarás los bienes de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que sea de él».

Preguntémonos: ¿Son importantes los mandamientos en el siglo XXI? Algunos pensarán que solo son prohibiciones, límites que Dios quiere ponernos. Sin embargo, así como un padre pone un corral a su bebé para protegerlo de él mismo y de otros, también nuestro Padre nos ha dado su amor, su protección a través de los mandamientos, pues son la manera cómo Dios nos protege.

Qué pasa cuando no cumplimos los mandamientos? Pasa lo que está pasando en Guatemala y en el mundo entero: muchos roban, aumenta la corrupción y por tanto la violencia, la pobreza, etc… por eso son tan importantes los diez mandamientos, porque nos enseñan el verdadero camino de la felicidad, porque Dios nos ama y quiere lo mejor para sus hijos. Y todos tenemos que cumplirlos.

En nuestra vida diaria vemos cómo TODO se ensucia, y aún más cuando hay vientos como estos que han azotado nuestra ciudad. Pero, preguntémonos ¿qué instrumentos necesitamos para limpiar nuestras casas? Escoba, trapeador, trapo, agua, etc… y, ¿para limpiar nuestro cuerpo? Bueno utilizamos jabón, shampoo, perfumes, etc… En efecto, también nuestro corazón se va ensuciando, se va percudiendo por causa del pecado, y puede cambiar de camino…

Hoy Jesús nos muestra cómo algunos judíos, que se tenían por cumplidores de la ley, porque vivían en el templo, cambiaron el objetivo de estar en el templo. Les pasó como pasa muchas veces:

  • A los niños que van a la escuela, al colegio, y estudian sino van a molestar…
  • los que van a un estadio a ver el futbol y salen enfrentándose contra los del equipo contrario…
  • También a los judíos, el pecado les cambió el rumbo, les cambió su objetivo: estaban en el templo sí… pero no hicieron lo que tenían que hacer, y habían cambiado el lugar santo en un mercado, una plaza… etc.

Por eso Jesús hoy nos da una lección importante: hay que purificar siempre nuestros corazones. Hoy Jesús purifica el Templo de la enfermedad del comercio, del dinero religioso, del trueque con Dios… Hoy también suele pasar. Hay cristianos que viven oprimidos por pseudopastores que les exigen el famoso diezmo (del Antiguo Testamento) superado por Cristo.

Por eso cuando venimos a la Iglesia hay que tener las cosas muy claras. Por ejemplo:

A qué se va a una escuela? A estudiar; A qué se va a un estadio? A ver el fútbol; A qué se viene a la Iglesia? Aprender amar a Dios, al prójimo y a uno mismo. Hoy también necesitamos purificar nuestras intenciones, porque incluso existen personas que anuncian a un Dios productor de milagros a diestra y siniestra. Hasta salen en la TV preguntando ¿quieres un milagro? Sin duda una versión renovada y solapada de los casi extintos shows religiosso «pare de sufrir».

Hoy Cristo quiere purificar también nuestro templo, es decir nuestra persona, porque todos somos Templo del Espíritu Santo. Además preguntémonos, si Jesús en este momento se acercara a este templo, a mi vida, ¿qué cosas purificaría, qué echaría por bajo? Quizás un mal carácter, una mala amistad, un vicio malsano, una lengua afilada, la pereza, la tacañería, la gula, etc… porque también yo soy templo de Dios, soy importante a sus ojos.

La cuaresma es precisamente un tiempo de purificación, no podemos llegar sucios a la Pascua, luchemos, combatamos para llegar renovados, clarificados a la gran fiesta de la Resurrección, que nuestro templo, que es nuestro cuerpo, donde habita el Espíritu Santo, esté preparado para la Pascua.

También deberíamos ver nuestro Templo, como lo que es, un lugar sagrado, porque hay lugares que santifican, como este templo al que debemos respeto, y a donde venimos a agradecer no ha realizar un trueque religioso con Dios, con el famoso “te doy para que me des”. Purifiquemos nuestra intención al acercarnos a Dios, no buscando milagros, porque el mayor milagro ya fue realizado. Lo dice san Pablo “Los judíos exigen señales milagrosas y los paganos piden sabiduría. Pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, que es escándalo para los judíos y locura para los paganos” Cristo murió y resucitó para darnos vida eterna.

Jesús, tú que me conoces a fondo, tú que sabes qué hay en mi interior, hazme conocer mis faltas, dame fortaleza y un poco de tu celo, para que eche fuera de mi propio templo todo aquello que me aparte de ti.

 

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