Homilía V Domingo de Pascua (Ciclo C)

La primera lectura de este V Domingo de Pascua nos deja algunos mensajes claros e importantes para nuestra vida de fe:

  1. La perseverancia de la fe en medio de las tribulaciones, para un mundo donde lo fácil y de moda es cambiar de religión como cambiar de ropa por las contrariedades de la vida. Siendo una orientación clara de San Pablo, que al confesar la fe en Cristo, no puede equipararse al famoso y actual “pare de sufrir” sino al contrario Pablo mismo hace una llamada a “sufrir con sentido cristiano” reconociendo que el dolor/sufrimiento es parte de la vida misma, pero que con la fe pueden dar un sentido al dolor mismo, tal como Cristo lo dió en la cruz.
  2. La Evangelización es salir de las comodidades: hoy se mencionan muchos pueblos: Pisidia, Panfilia, Antioquía, Atalía… etc. Que fueron lugares concretos donde Pablo y Bernabé predicaron el Evangelio. Ellos fueron capaces de salir, de arriesgarse, de perder el tiempo por Cristo, de no ganar nada para ellos, porque fueron buenos pastores que dieron su vida por las ovejas. ¿Somos capaces nosotros de salir de nuestras casas, aunque sea para rezar por un enfermo, una familia en problemas? ¿nuestra fe nos hace capaces de movernos y hacer algo por el Reino de Dios?.

La segunda lectura, del libro del Apocalipsis, nos deja un mensaje fundamental:

  1. La esperanza de un mundo mejor. Esperanza que no es ilusión, es una realidad en Cristo. De manera que los primeros cristianos contemplando las palabras de san Juan en este libro de las Revelaciones, podían encontrar lo que tanto necesitaban en tiempos de persecución: el don de la esperanza y la fe, el estar seguros que Dios, a pesar de las dificultades, no los abandonaría, al contrario, les daría un premio grande: un cielo nuevo y una tierra nueva, no otros cielos porque bíblicamente se habla de la renovación del cielo y tierra. Serán cielos renovados por la fuerza de Dios.

El Evangelio, por su parte nos invita a contemplar:

  1. A Jesucristo, el Hijo de Dios, glorificado. Entendiendo su glorificación como su misma entrega voluntaria en la cruz; para San Juan, la glorificación de Cristo es la “hora” de su entrega, el momento culmen de su misión acá en la tierra: su crucifixión, acontecimiento tan importante que dio un nuevo rumbo a la humanidad, porque en la cruz, Cristo dio muerte a la misma muerte. Por eso el diablo odia la Cruz, porque en ella fue vencido y en ella fue glorificado Cristo mismo.
  2. El testamento de Cristo: un tesoro inusual “el amor”: Como consecuencia de tal entrega de Cristo (“glorificación”) Él mismo nos deja un mandamiento “ámense los unos a los otros”. Mandamiento que distinguirá el ser o no cristiano, pues sólo desde el amor puede evaluarse el ser o no ser cristianos. Y como decía San Agustín “…todos podemos ser bautizados, todos podemos hacer la señal de la cruz, cantar, alabar a Dios… pero los hijos de Dios se distinguen por el amor”.
  3. El núcleo del cristianismo: el amor. No olvidemos pues que el corazón del cristianismo es el amor. Un amor nacido del costado abierto de Cristo, desde su entrega voluntaria en la cruz, y un amor que deberá ser el alma de toda vida cristiana. Y sólo desde el amor, alcanzar lo que anuncia la segunda lectura: un cielo nuevo y una tierra nueva, hechos realidad a partir del cumplimiento del testamento de Cristo: “ámense los unos a los otros como yo los he amado”.

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