¡Sigamos verdaderamente al Señor!

Queridos hermanos:

La Palabra de Dios es siempre una llamada, una vocación: cuando la leemos personalmente, pero sobre todo cuando la escuchamos atentamente en la celebración de la Santa Misa, el Señor nos dirige esa llamada a seguirle, ¡ninguno de nosotros puede decir que Dios no le ha hablado, no le ha llamado, afinemos nuestra capacidad de escucha humilde de la voz de Dios!

Pero responder a esa llamada divina requiere esa atención y sobre todo un corazón sincero, de donde salga el bien y no el mal.

Nuestro modelo de seguimiento de la voluntad de Dios es el mismo Jesús, en la primera lectura del profeta Isaías el personaje que habla diciendo “no he echado atrás, no me he resistido a la voluntad de Dios”; la misma actitud de Jesús, como sabemos en el Huerto de los Olivos, cuando dice, “Padre, no se haga mi voluntad sino la tuya”.

¡Evitemos seguir al Señor por conveniencias, por intereses, por temores, sino más bien vivamos su voluntad por amor!.

Ya el mismo salmo 114 dice: “Caminaré en la presencia del Señor” pues se refiere a la vida que siempre es un camino, una ruta cuyo mejor acierto es vivir lo que agrada al Señor, como dijimos, ni por temor ni por interés sino por amor!.

Una de las formas de saber si estamos siguiendo verdaderamente al Señor es si nuestra Fe se acompaña de nuestras obras, como lo dice la segunda lectura de la Carta de Santiago: ¡la Fe no es un sentimiento, una alabanza, una ofrenda ni sentirse mejor que los demás como enseñan a hacer las sectas fundamentalistas, la Fe es una forma de vida no fácil pero adecuada los caminos del Señor!.

Pero es sobre todo el Evangelio el que nos propone el verdadero seguimiento: “Si alguno quiere venir conmigo, renuncie a si mismo, tome su cruz y sígame”; una forma de seguimiento que no está de moda, pues hoy se busca a Dios no a alguien a quien amar, sino una fuente de bendiciones sobre todo materiales.

Pidamos el don de Espíritu Santo para que nuestro seguimiento no sea un farsa:

  1. Que dejemos el egoísmo que es la fuente de todas las idolatrías, las corrupciones, de todos los distanciamientos que hacemos de Dios y de los demás;
  2. Que tomemos nuestra cruz: no es la búsqueda de un sufrimiento sin sentido, al contrario, es aceptar que el amor es siempre una fatiga, un luchar personal, una “batalla dentro de ti mismo” como dice el Papa Francisco, para que triunfe el deseo de hacer el bien y de aprovecharnos de los demás, de tener la mentalidad del mundo enemigo de Dios y movido por la soberbia.

Que nuestra Patria Guatemala sea bendecida por el Señor como dice el Salmo “Dichoso el pueblo cuyo Dios es el Señor”, no con predicaciones o espectáculos sino con una Fe expresada en la paz, la justicia, la reconciliación, la verdadera alegría, por intercesión de María, la Virgen Dolorosa celebrada en estos dìas, todas las familias guatemaltecas sean bendecidas por Dios.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma

Deja un comentario