Recibamos y Sigamos al Espíritu Santo

Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla

Queridos hermanos y hermanas en el Señor:

Desde anoche en su “vigilia” pero de modo especial hoy, celebramos con alegría la Solemnidad de Pentecostés: el día en que la Iglesia recibió el don del Espíritu Santo para ser en el mundo “presencia del Señor en la Historia, pueblo santo, comunidad de discípulos misioneros” que lleva a todos la alegría del Evangelio.

La Palabra de Dios nos presenta dos relatos del mismo Pentecostés: según Hechos de los Apóstoles, luego de la ascensión del Señor que celebramos hace ocho días, el Espíritu Santo descendió “sobre la Iglesia, sobre la comunidad de los discípulos, estando ellos en oración con María la Madre del Señor”.

Notemos que “el Espíritu es enviado a la Iglesia” y no a predicadores particulares, como los que hoy lamentablemente andan por ahí, “dando golpes de Espíritu Santo” cual descargas eléctricas y como si poseyeran personalmente “algo” y no “alguien”. El Espíritu Santo es la sagrada tercera persona de la Santísima Trinidad: si Cristo fundó su Iglesia una, santa, católica y apostólica, ella recibe con humildad y gozo al Espíritu.

En ese primer relato está presente María, quien ya ha tenido su “pentecostés” al ser “cubierta con la sombra del Señor y descender sobre ella el Espíritu” en la Encarnación de Cristo: ¡María, vaso espiritual! como decimos en el Santo Rosario. En el segundo relato, San Juan indica que “el mismo día de la Resurrección” Cristo visita el Cenáculo y con su presencia:

  1. Cambia el temor en gozo: los discípulos “se alegraron de ver al Señor”. Por ello el día cristiano por excelencia es el domingo, cuando en la Santa Misa “el Señor nos visita de nuevo” en el hermano, en la Palabra, en el Sacramento de la Eucaristía;
  2. El Señor da a sus discípulos el “don de la paz”: su resurrección es como una nueva creación: como dice el Génesis, “en la tierra había caos y confusión”: ahora el desorden ha pasado: la paz o “shalom” en hebreo es la Nueva Creación que Cristo hace posible con su Resurrección;
  3. Los envía al mundo, no a buscar adeptos de una religión, sino a llevar la vida nueva en el Espíritu: un signo de esa vida es la “reconciliación con Dios” que viene del perdón de los pecados.

Como sabemos, con este domingo y la semana siguiente, termina el “tiempo de Pascua”, pero quedamos invitados a “vivir según el Espíritu Santo”, dejando que, no su “energía” sino su Persona, viva en nosotros, con diferentes dones, para formar como dice San Pablo en la segunda lectura una sola Iglesia no “iglesias que se llamen pentecostales” pero dividen el Cuerpo de Cristo.

La vida en el Espíritu es “santidad en la caridad”: con gozo recibimos al nuevo beato Mons. Oscar Romero, Arzobispo de San Salvador elevado ayer a los altares por el Papa Francisco: un modelo de vida “guiada no por ideologías o emociones pasajeras” sino por el más grande los frutos del Espíritu, como dice San Pablo, la caridad hacia los hermanos.

Que su vida nos estimule a recibir y seguir al Espíritu dando testimonio de la Fe hasta la entrega de la propia vida: ¡Ven y santificamos, Espíritu del Resucitado!.

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