Sigamos todos al Señor, con radicalidad

Queridos Hermanos:

Nuevamente en este domingo la Palabra del Señor nos habla del “seguimiento auténtico de Cristo el Señor”. Por una parte se nos invita a tener abierto el corazón a todos los que quieren ser parte de los discípulos suyos, pero también se nos indica claramente que ese seguimiento ha de ser “con radicalidad”, es decir, ser un signo claro e inconfundible en el mundo de aquella vida nueva que hemos de llevar si en verdad seguimos al Hijo de Dios: ¡evitemos tener un corazón cerrado a los demás pero evitemos también la superficialidad que tanto daño hace al Cuerpo de Cristo!.

La primera lectura tomada del libro del libro de los Números, aquel que nos muestra la vida de Israel en el desierto camino a la Tierra Prometida en uno de los momentos más hermosos de la vida de Moisés, el Señor le concede ayudantes a su intensa labor y “por un accidente del Espíritu” éste recae en “otros que no estaban entre los destinados a ese ministerio”. Moisés aprovecha para enseñar que no hay que cerrarse a la posibilidad de que “sean muchos los obreros del campo del Señor”.

El salmo responsorial parece estar tan de acuerdo: ¡los mandatos del Señor son una alegría para todos, invitemos a muchos, a todos mejor, a vivir esos mandatos del buen Dios!.

Pero es el Evangelio el que complementa, como decíamos antes, la enseñanza de este domingo; sí, que esa es la apertura universal de la salvación, pero ser cristiano implica para cada uno el camino de las opciones, de las elecciones serias, de las renuncias.

Es el mismo Jesús el que habla de un “perder una parte” y no el todo de la salvación: ¡aceptemos que seguir al Señor es un camino hermoso e incomparable, pero que implica la seriedad de las renuncias:

  1. Perder un ojo, significa el deber purificar el juicio que tenemos sobre los demás, nuestros criterios que a veces son contrarios a la fe y que sin embargo hacen parte de nuestra “educaciòn” contraria a la paz, a la vida, a la dignidad y verdad del ser humano;
  2. Perder la mano antes que el Reino, significa estar dispuestos a renunciar a “aquello que nos produce quizás riqueza, bienestar material etc., pero que se opone también a los valores de ese Reino de Dios; por ejemplo, una clara condena a quienes viven y promueven la corrupción, el vicio, el crimen organizado: ¡no caigamos en la idolatría del dinero y del poder que sumergen al mundo en el dolor de la violencia, de la delincuencia, de los atentados constantes a la vida humana o destrucción del ambiente natural necesario para la vida;
  3. Perder el pie, significa rechazar los caminos, los proyectos personales, comunitarios, sociales, que van “en dirección contraria” a las vías del Señor, a los itinerarios de vida que son parte de los dominios del mal.

Al final de este importante mes de la Patria, oremos y comprometámonos activamente en el llevar como misioneros la oferta de vida nueva a todos, por la acción del Espíritu que se derrama sobre todos, pero optemos ayudados por el mismo Espíritu en la renuncia a criterios, acciones o proyectos de vida que sigan manteniendo la impunidad, la injusticia, la confusión del sentido de la vida humana.

Que el amor a la paz y la vida y el aprecio por el diálogo sean parte fundamental de una “Guatemala distinta” por intercesión de Nuestra Señora Dolorosa. Amén.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma


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