Vida Eterna y Misericordia

Queridos hermanos y hermanas:

En un mes donde celebramos la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, en este domingo la Palabra de Dios vuelve a recordarnos, precisamente en Domingo, que “somos cristianos porque creemos en la resurrección del Señor” (Tertuliano, autor del siglo II).

En efecto,  la afirmación del Credo cristiano dice: “Creo en la resurrección de los muertos y en la vida de un mundo futuro” y de cara a esta verdad tan importante la pregunta es: ¿vivimos según lo que esperamos? ¿somos capaces de renunciar a cualquier valor de este mundo y de este momento, para no perder el don de la vida eterna?.

La primera lectura del Primer Libro de los Macabeos da un ejemplo fuerte y al mismo tiempo hermoso: siete hermanos prefieren perder la vida antes que cometer lo indebido según la Ley del Señor. Ellos afirman algo fundamental para comprender porqué los cristianos tenemos ya en el Antiguo Testamento una pista el don de la resurrección: “La vida de los justos verá la resurrección”. ¡Contemplemos este ejemplo que puede parecernos extremo pero que hoy se proclama para que también nosotros seamos fuertes en la Fe en los valores que no se acaban, en la vida futura!.

El salmo responsorial eco de la esperanza de aquellos hermanos y todo cristiano que está dispuesto al martirio por su Fe o a vivir la renuncia para no perder la vida eterna: “Al despertar, veré tu rostro”. Pero es el Evangelio, ante la pregunta en cierta forma de burla que le dirigen los saduceos que no creen en la resurrección, Jesús aclara:

  • Hay una vida futura en que todo será diferente, como recordamos el domingo pasado: “Ni el ojo vio ni el oído oyó ni por la mente del hombre pasó lo que Dios tiene preparado para los que le aman” (1Co 2, 9); 2) Se trata entonces de “pensar diferente” a la luz de la Fe,  las relaciones que vivimos en este mundo: en ellas no podemos dejar de lado el futuro que esperamos.

En este mes, donde practicamos la obra de misericordia de “enterrar a los difuntos”, de orar por ellos, que esa obra de misericordia nos ayuda a nosotros mismos a pensar y obra de tal modo que nada ni nadie nos impida la vida eterna,  la vivencia de la Fe por la que hoy en muchos lugares del mundo siguen habiendo mártires: ¡que su valor y su vida no fácil pero fiel nos ayuden a ser menos mediocres, y más fuertes en el testimonio de nuestra vida nueva en Cristo!.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma

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