Mensaje de Monseñor Víctor Hugo Palma, Obispo de la Diócesis de Escuintla
Queridos hermanos y hermanas en el Señor:
El nuevo año cristiano, iniciado ya desde el Adviento de diciembre pasado, quiere enriquecer el tiempo de la sociedad humana que lo comenzó hace tres días, ofreciéndole la Luz Divina, la luz abundante y verdadera que brota del pesebre de Niño Dios. La celebración de Santa María Madre de Dios, ha sido una “puerta hermosa” para el año nuevo civil en el que nos movemos los cristianos.
Hoy tenemos el signo de los tres Reyes Magos, símbolo de la Humanidad que busca el camino, que “hace camino” ella misma, y a la cual no es fácil orientarse hacia Aquel que, a pesar de su pequeñez, es el Camino, la Verdad y la Vida, la Luz de todo hombre que viene a este mundo (Juan 1, 5).
Asumiendo el simbolismo de aquella estrella aparecida el día del nacimiento del Señor, la Palabra proclamada en la Santa Misa, invita a no perder de vista a Cristo, manifestado para nuestra salvación (Evangelio): el Salvador del mundo, el que es la Luz del mundo, se muestra tan pequeño y humilde, que corremos el riesgo de “tratarle como un adorno hermoso, tierno, pero solo eso”, cuando ya en nuestra tierra guatemalteca, recordaba el Santo Hermano Pedro que: “el que ha nacido es el Rey del Mundo” el Señor al que debemos seguir durante todo el año que apenas inicia.
Teniendo delante la escena del pesebre visitado por los pastores, ahora el Mesías es encontrado por personajes que encarnan el alcance universal de la salvación como había predicho el profeta Isaías en la 1ª. lectura: “Caminarán los pueblos a tu luz, y los reyes al resplandor de tu aurora”.
Junto a ellos, la comunidad de los discípulos misioneros que somos todos nosotros en Escuintla, debemos manifestar una fe abierta a todo hombre, incapaz de marginar por motivos de raza, lengua, ideas a ninguno de aquellos que son invitados por el mismo Dios a tomar parte. En otras palabras, estamos llamados a admirar en lo concreto de la carne humana, la morada de la divinidad (2ª. lectura).
Tal es el sentido de la antigua palabra griega “epifanía” o “manifestación”. Por todo ello, no olvidemos que los Reyes Magos no son personajes de leyenda, portadores de regalos o dulces: sus dones ya son una “confesión de Fe” (Incienso al Niño porque es Dios; oro porque es rey, mirra porque es hombre). Junto a ellos debemos:
- Continuar buscando y encontrando a Dios todo el año que inicia;
- Ser “misioneros” que con la estrella humilde de nuestra fe, orientemos y “no desorientemos” a los demás que buscan a Dios;
- Acojamos a todo aquel que lo busca, incluso desde su ignorancia, alejamiento o confusión.
Me permito invitarles a la contemplación junto con los Reyes, de la Sagrada Familia y a “pedir que no hayan Herodes” que pretendan matar al Niño, en la promoción del aborto, la contracepción, o en la indifenrencia ante los muchos que mueren niños por desnutrución, abandono familiar o violencia. ¡Santos Reyes Magos, ayúdennos a no perder la esperanza, la fe y el compromiso con la Vida, que es Jesús!. Amén.
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