¡Escuchemos el llamado a la vida!

Queridos hermanos y hermanas:

El quinto domingo de Cuaresma nos presenta al tercer personaje cuya “historia de encuentro con Cristo” cambió su vida para siempre: además de la Samaritana y del ciego de nacimiento los domingos pasados, hoy es Lázaro quien tiene la dicha de ese encuentro con el Señor y pasa de la muerte a la vida.

En esa historia no solo se cumple la hermosa promesa del Señor por medio del profeta Ezequiel en la primera lectura: “Pueblo mío, yo mismo abriré tus sepulcros, los haré salir de ellos y los conduciré de nuevo a la tierra de Israel”.

El Señor habla a un pueblo que ha sufrido la deportación en Babilonia y tiene que enterrar a sus muertos en tierra extranjera. Pero la profecía no habla solo de resucitación sino de un “espíritu nuevo” que dará vida para siempre. Es el perdón de Dios que siempre da vida nueva, como lo dice el Salmo “Perdónanos, Señor, y viviremos”.

Pero es la conocida y hermosa historia de Lázaro (cuyo nombre es una abreviación de Eleazar = auxiliado por Dios) la que es una catequesis para nuestra conversión cuaresmal camino hacia la Pascua de vida. Notemos:

1) Jesús es un amigo que ama a Lázaro, y que aunque que obrará su resurrección, llora ante su sepulcro:! el Señor también llora nuestra muerte espiritual: no es un juez insensible sino el Dios de misericordia que desea la vida de los que ama!;

2) La fe es siempre una luz que se pone a prueba en los momentos difíciles: las hermanas de Lázaro “reclaman al Señor su ausencia” pero finalmente, como cree en la afirmación de Jesús “Yo soy la resurrección y a vida”: ¡la fe verdadera se manifiesta antes de ver el milagro!

3) Jesús “llama a Lázaro” éste sale de la tumba. El  llamado del Señor da la vida cuando según los judíos era ya imposible: según los rabinos al cuarto día de la muerte ya el alma era irrescatable pues había bajado al mundo inferior, ya había sido juzgada: ¡pero para el Señor no hay ningún imposible; se nos llama a acudir a él y poner nuestra muerte en su presencia, “nuestras muertes” por más imposibles que nos parezca la situación en que hemos caído. San Agustín decía: “La llamada de Cristo a Lázaro: Sal fuera, es también una voz fuerte para que nosotros podamos salir de cualquier tumba espiritual, pues quien nos llama es el Señor de la Vida”.

Oremos por tanto esta Cuaresma para que mediante el Sacramento de la Confesión que los sacerdotes sirven en Escuintla “haya muchas resurrecciones” no importando el tiempo que tengamos en la tumba de nuestras muertes espirituales. Pero antes, aceptemos que hemos muerto muchas veces, aún cuando tengamos salud y vida física.

Y hagamos más intensa nuestra oración para hasta esas muchas muertes en Escuintla (vicio, aborto, delincuencia, etc.) llegue la vocación, el llamado a la vida “agradable a los ojos de Dios como dice San Pablo en la segunda lectura: una vida según el Espíritu que da la vida, no solo a Lázaro sino a todo aquel que se abra al don de la Gracia en la ya próxima Semana Mayor.

Firma Monseñor Víctor Hugo Palma


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