Curiosamente, un amigo de Pierre de Coubertin, creador de las olimpiadas modernas, fue el sacerdote dominico Louis Henri Didon, quien en 1844 creó el lema de los juegos, con la frase “Citius, Altius, Fortius” (el famoso “más rápido, más alto, más fuerte”). Era un ambiente de anhelado encuentro fraterno de las naciones, que no lograron opacar del todo las dos guerras mundiales.
Del final mañana, de los juegos 2024 se puede decir que hubo mucho de todo:
1) Mucho y glorioso esfuerzo de los atletas guatemaltecos, encabezados por Adriana Ruano y Jean Pierre Brol con el oro y el bronce, respectivamente, pero también de todo el equipo chapín que demostró el esfuerzo de una nación de pequeñas proporciones, pero de gran espíritu y esfuerzo cotidiano en las “olimpiadas diarias”, donde a cada uno toca “sobrevivir”. Para Adriana y Jean Pierre, ¡felicitaciones y adelante; “más rápido, más alto, más fuerte”!
2) Mucha de la influencia lamentable de la ideología de género y del “wokismo” fatal no solo insultaron la fe cristiana en general, con parodia de la Última Cena, sino faltaron a la misma humanidad, reducida a percepciones subjetivas y agresivas guiadas por la “dictadura del pensamiento único” que envenena la que fue tierra de “igualdad, libertad y fraternidad”, hoy tierra de “fragilidad” en cuanto a la verdad de lo humano. Es sabido que el Estado francés ha declarado “derecho humano el aborto”, mientras que contrariamente pagan a sus ciudadanos por tener hijos (¡!). El deporte debe ser un lugar libre de ideologías, de insultos y de propuestas confusas sobre la verdad del sexo, con la verdadera libertad religiosa. Menos debe reflejar el fracaso del “übermensch” o “superhombre” propuesto por Friedrich Nietzsche (1844-1900), que hoy aglutina las aberraciones del “decidir ser lo que no se es por naturaleza” y burlarse de quien dice la verdad según la ciencia y la filosofía elemental.
3) Mucho de tensión entre algunos participantes de naciones en conflicto armado, lo que iluminan las palabras del papa Francisco: “Que el espíritu olímpico y paralímpico favorezca la paz. ¡Que el deporte construya puentes, derribe barreras y favorezca relaciones pacíficas!” (26 julio 2024). Aunque el deporte se defina como actividad “lúdica” —del latín “ludus”, o juego—, es una actividad productiva, no en cuanto a la parafernalia mercantil mundial —ahora que las transmisiones son pagadas— o en cuanto al turismo, sino como expresión del “atletismo” espiritual, incluso en el campo de la fe, como dice San Pablo: “He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará” (2 Timoteo 4, 6 ss). Otro dominico de aniversario (1274-2024), santo Tomás de Aquino, lo indicaba: “El hombre no es ni el alma sola ni el cuerpo solo, sino la síntesis de ambos; el compuesto sustancial de ambos elementos. El cuerpo orgánico y el alma intelectiva se unen en el hombre como materia y forma sustancial del mismo”.
En muchas ocasiones, los papas y la tradición de la Iglesia han evocado el deporte en su dimensión espiritual y no solo corporal, pues la persona es un todo: “La Iglesia está cerca del deporte, porque cree en el juego y en la actividad deportiva como lugar de encuentro, de formación de valores y de fraternidad. Por eso, el deporte está en casa en la Iglesia, especialmente en las escuelas y oratorios o centros juveniles” (papa Francisco 30 septiembre 2022).
Que la conciencia de la dimensión unitiva de lo lúdico vuelva también sus ojos al “Cuerpo de Cristo”, Jesús Sacramentado, como invita la Buena Noticia de mañana por incredulidad de los nazarenos ante su propio paisano “carpintero”: ver superficialmente y no advertir el misterio de la persona divina.
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